Opinión

Junqueras, Petrarca y Fidel Castro

Y entonces, con Rivera y Malú en la portada del ¡Hola!, Iglesias de mendigo ministerial y Sánchez, en modo Rajoyo, a la espera de que caiga la fruta madura de la investidura, llegó la hora de la verdad para Oriol Junqueras y los otros once acusados del 1-0. Manuel Marchena y el resto de los magistrados –y todo el país que no haya desconectado del asunto– escucharon con respeto sobrio, algo solemne, los alegatos finales de los juzgados. Poco podían añadir tras medio centenar de sesiones del juicio, pero ejercieron el derecho que les concede la ley. Tenían una oportunidad y la aprovecharon, no para mostrar arrepentimiento –quizá con la excepción de Santi Vila–, sino para reafirmar su independentismo, trufado de detalles personales y familiares. No influirán en el Tribunal, pero conmoverán a sus partidarios y esperan que apuntalen su futuro, convencidos de que, antes o después, llegará el indulto.

Junqueras, Romeva, Rull y todos los acusados intentaban hablar para la historia, quizá desde el recuerdo de aquella obra maestra de la subversión retórica, la autodefensa de Fidel Castro, cuando fue juzgado por asaltar el Cuartel de Moncada, inspirada en la acusación de Marco Antonio contra los ejecutores de César y, en la realidad, compuesta por Shakespeare. Habían preparado durante meses, como el líder cubano, su momento para la historia, aunque también todos a la espera de que un Gobierno, presidido por Sánchez, halle una salida airosa para casi todos –incluidos los votantes socialistas– cuando el Tribunal dicte una sentencia que todo apunta que será condenatoria, pero más leve que la que reclaman las acusaciones y más dura de la que esperarían los juzgados.

Uno tras otro, los acusados pronunciaron alegatos políticos más o menos efectistas y, en muchos casos, bien hilvanados y memorizados, con la excepción de Junqueras, que leyó toda su intervención. Parapetado tras Petrarca, «a ustedes que escuchan en rimas dispersas el ritmo de mis palabras», defendió que «lo mejor para todos sería volver al terreno de la política», convencido de que Marchena y el Tribunal piensan lo mismo –lo han sugerido en privado–, aunque ignorante de que eso no será decisivo para la sentencia. Junqueras no fue el mas brillante de sus compañeros y se quedó lejos del clímax retórico de Castro: «Condenadme, no importa, la historia me absolverá». Es probable que sea condenado y no todos los catalanes le absolverán, aunque, al fin y al cabo, la gran baza de líder de ERC es el indulto. Visto para sentencia.