Opinión

Rivera, Sísifo y el fin de la infancia

Sísifo, hijo de Eolo y rey de Corinto, fue condenado por Zeus a empujar una gran piedra hasta lo alto de una montaña, pero cada vez que estaba a punto de conseguir su objetivo, volvía a rodar hasta abajo y así durante toda la eternidad. El romano Lucrecio, siglo I a. C., fue el primero en interpretar el mito de Sísifo en clave política. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, empieza a tener una cierta cara de Sísifo. Desde que dio el salto a la política nacional, tras su éxitos en Cataluña, cada vez que cree que tiene al alcance sus objetivos, ya sea la presidencia el Gobierno o el «sorpasso» al PP, sucede algo que le devuelve casi a la casilla de salida. Impulsó la censura a Rajoy, convencido de que habría unas elecciones inmediatas en las que, según las encuestas, partía como favorito. Pedro Sánchez le ganó por la mano, retrasó la cita con las urnas y se consolidó en la Moncloa. Rivera, entonces, creyó que estaba a su alcance encabezar la oposición y ser el segundo partido más votado. Estuvo cerca, pero no lo consiguió y luego, las urnas europeas, autonómicas y municipales le alejaron todavía más. Vuelta a empezar.

Rivera tiene ahora muchos frentes abiertos, desde las críticas de uno de sus primeros mentors, Francesc de Carreras, a una incipiente contestación interna. Además, el líder del Ciudadanos empieza a sufrir su propio «Fin de la infancia», aunque tenga pocos paralelismos con la novela del mismo título de Arthur C. Clarke en la que la humanidad, por el impulso de unos visitantes alienígenas, evolucionaba hasta la utopía pero al precio de su autodestrucción.

Albert Rivera, mientras aparecía como una alternativa al PP de Rajoy cuando nadie daba un euro por Sánchez, gozó de un aplauso generalizado, incluidos socialistas, liberales, amplias capas de la población y los medios de comunicación. Pactó incluso mantener a Susana Díaz como presidenta andaluza sin apenas críticas. Todo acabó con la llegada de Sánchez a la Moncloa, mientras sus aduladores se travestían en críticos feroces desde que empezó a pactar con el PP y a recibir apoyos indirectos de Vox, como Podemos facilitó la censura a Rajoy y ahora juega a apuntalar a su sucesor en la Moncloa.

Rivera, que ya ha comprobado que ha terminado su infancia política dorada, no está condenado como Sísifo a ver caer la piedra indefinidamente cuando está cerca de la cima, pero sí corre el riesgo de ser una version moderna del mito griego. Puede estar a tiempo de evitarlo. ¿O no?