Opinión

Palio

Esta palabra tiene un doble sentido que puede sembrar confusión. Por una parte significa el baldaquino o dosel que sostenido por varales se utiliza en las procesiones con el Santísimo Sacramento (y es evidente que de esta costumbre se hizo en España un uso indebido en más de una ocasión). Por otra es una estola de lana blanca con varias cruces de seda negra y tres clavos que usan en las ceremonias litúrgicas el Papa y los arzobispos metropolitanos, es decir, los prelados que presiden un grupo de diócesis sufragáneas o subalternas pero independientes en su funcionamiento.

La tradición ha establecido que el 29 de junio, festividad litúrgica de los Apóstoles Pedro y Pablo, el Romano Pontífice entregue este palio a los arzobispos metropolitanos que han sido nombrados en los últimos doce meses.

El sábado pasado el Papa Francisco , en una solemne Eucaristía celebrada en la Basílica vaticana, entregó el palio a treinta y un arzobispos provenientes de los cinco continentes. Entre ellos se encontraba el arzobispo de Tarragona Monseñor Joan Planellas que hace pocos meses sucedió a Monseñor Jaume Pujol en la archidiócesis tarraconense que lleva también asociado el título histórico de Primado de España.

«El palio –dijo Bergoglio en su homilía– recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos sino para las ovejas; es signo de que para poseer la vida es necesario perderla, entregarla».