Opinión

En un país de espantapájaros

Pedro Sánchez persigue un cheque en blanco de Pablo Iglesias. El líder de Podemos está obsesionado con sentarse en el Consejo de Ministros, aunque –si no le queda más remedio– transigiría y cedería ese puesto a la madre de sus hijos, Irene Montero. El inquilino de la Moncloa alega discrepancias de fondo en «asuntos de Estado», que impiden un Gobierno de coalición. Puede estirar la cuerda y lo sabe. Decidirá él, por supuesto, pero la incertidumbre anida en el PSOE. José Luis Ábalos ve posible que haya ministros de Unidas Podemos, mientras que otras personas de confianza del inquilino de la Moncloa lo descartan. Sánchez, no obstante, tiene varias cartas en la manga. ¿Podrían Albert Rivera y C’s soportar durante toda la legislatura la losa de que por su enrocamiento se sienten podemitas en el Consejo de Ministros o que el Gobierno se escore hacia la izquierda radical? Pablo Casado, al margen de garantizar estabilidad y apoyo en los «asuntos de Estado», lo tiene más fácil, a pesar de las presiones empresariales –y más allá de empresariales– para que se abstenga. Es un riesgo que no puede correr, ante el temor de que luego Sánchez gobierne para la clientela de Iglesias. «¿Qué cara se nos pondría?», dicen en Génova.

La nueva política, la de C’s y Podemos y también la de Vox, es la misma de siempre, y «la artillería del pasado/bombardea un país de espantapájaros», dice el verso de Pere Gimferrer. Sánchez apurará los plazos y si la semana del 22 de julio es investido, porque él o Iglesias ceden, todo habrá sido un paripé estéril y agotador, auspiciado por unas disposiciones ideadas para fomentar el diálogo hasta la extenuación, pero que han devenido en instrumentos de dilación. Los constituyentes, con el recuerdo presente de la contienda civil y la convicción de que entonces no hubo espacio para el diálogo, establecieron plazos muy generosos, casi sin límite, para garantizar que nunca se repetiría aquella tragedia. Tuvieron éxito, pero, como han hablado Sánchez y Casado, quizá es el momento de adaptar las normas a los tiempos. El líder del PSOE será presidente antes o después pero, aunque a la economía del país la ausencia de Gobierno efectivo no le sienta mal –Bruselas acaba de mejorar las previsiones de PIB– y quizá fuera clarificadora una repetición electoral, el espectáculo del bloqueo no se debería repetir en el futuro. Iglesias tiene que decidir si extiende ese cheque en blanco, que es lo que prefiere Sánchez, o si se enfrenta otra vez a las urnas en «un país –entonces sí– de espantapájaros», como escribía el poeta.