Opinión

Western

Por todos es conocido que muchos de los topónimos de las ciudades del sur de EE UU tienen origen español, como San Antonio de Texas, Los Ángeles o Las Vegas. Sin embargo, el relato de la historia y la presencia hispana apenas cuenta la realidad, y es que etimológicamente hasta ocho de los cincuenta estados del país conservan un nombre heredado del español. California (cuyo nombre nace en la novela «Las sergas de Esplandián», de Garci Rodríguez de Montalvo y publicada en 1510, en cuyo texto aparece un lugar imaginario e idílico llamado así), Colorado (al tomar su nombre del río Colorado), Florida (en referencia a la Pascua Florida, tras ser descubierta el día de Pascua de 1513), Montana (de la palabra montaña), Nevada (en referencia a Sierra Nevada, en honor a la sierra granadina); New México (procedente de Nuevo México, de la pronunciación española para la ciudad azteca de Mexihco), Texas (de la lengua Caddo, que era hablada por una tribu del este de Texas, «taysha», derivaba la pronunciación castellana «tejas) y Utah (pronunciación española de la palabra apache yudah, «alto»). La realidad es que más de un tercio de lo que hoy es EE UU fue en algún momento parte del imperio español, hasta que el actual EE UU ocupó en 1848 el 52% del territorio mexicano. En los últimos meses un revisionismo histórico e histérico manda destruir estatuas de Colón y de fray Junípero Serra en California para tapar a los verdaderos responsables del exterminio nativo, que no fueron los españoles. Al día siguiente de haberse incorporado a California a la Unión, el coronel John Fremont, uno de los padres del Estado californiano, presentó ante el Senado 10 proyectos legales para «transferir vastas extensiones de terreno californiano indio a no indios y al nuevo Gobierno estatal» y declaró: «La ley española aseguraba a los indios sedentarios derechos de propiedad sobre la tierra que ocupaban. Esto está más allá de lo que este Gobierno puede permitir en sus relaciones con nuestras tribus domésticas». Hasta Gerónimo, el jefe de los indios apaches, fue un súbdito español e hispanohablante, nacido en Arizpe (Sonora). El relato generado por la industria de «Hollywood» sobre la «conquista del oeste» ha triunfado como una «fake new» de los tiempos modernos. Los vaqueros de origen británico que avanzaban con sus carretas junto a sus desvalidas mujeres por el salvaje oeste, hostigados por tribus de indios, todo era mentira. La falsificación histórica y la propaganda a través de los poderosos lobbies cinematográficos explotaron abiertamente la hispanofobia. Lo que destruían los pistoleros fue el mundo hispano mestizo. Los westerns forman parte de la leyenda negra que España tiene que soportar para vergüenza de todos nosotros, incapaces de explicar la verdad, mientras se alimentan a los nacionalismos supremacistas que conviven en nuestra querida y vieja Hispania.