Opinión

Donde dije digo, digo Pablo

La política, a veces –pocas–, es imprevisible y surgen las sorpresas. Aposté, como tantos otros, por la investidura ayer de Pedro Sánchez, derrotado en su pulso político–personal por Pablo Iglesias con su renuncia efectista a una poltrona ministerial, a cambio de una vicepresidencia para Irene Montero y varios ministerios para los podemitas. El inquilino de la Moncloa parecía atrapado en un callejón sin salida airosa, porque abrir las puertas del Consejo de Ministros a sus verdaderos rivales políticos era poner alfombra a un inmenso Caballo de Troya morado destinado a arañar cada vez más poder y después destruir, para sustituirlo, al PSOE.

Pedro Sánchez el resistente, con más vidas políticas que el italiano Giulio Andreotti, tres veces primer ministro y muchas más ministro de casi todo, perdió la investidura pero quizá ganó futuro en otra jugada de alto riesgo como la mayoría de las suyas. El Pablo Iglesias más soberbio, que recuerda al que perdonaba la vida al propio Sánchez tras las elecciones de 2015, que ahora llevaba la iniciativa, puso en bandeja al líder del PSOE una salida airosa para librarse del abrazo del oso morado y también del independentista. Pocas veces en la historia, un político deseó y trabajó para ser derrotado, como el hombre que sucedió a Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno y que, como él en 2016, acaricia, con todos los riesgos que conlleva, una repetición electoral. Unidas Podemos era, en teoría, el socio preferente del PSOE, pero también el más incómodo y peligroso y en el futuro lo será todavía más. Todo es posible, aunque el memorial de agravios y recelos mutuos que acumulan Sánchez e Iglesias complica cualquier entendimiento. Tampoco es descartable, pero si llega será endeble y, sin duda, generará conflictos permanentes.

Sánchez acumula críticas, pero quizá concluyó que es mejor que no haya Gobierno a un mal Gobierno y las exigencias de Iglesias de controlar la mitad del gasto público presagiaban lo peor. El presidente en funciones no puede sacar pecho porque sigue sin ser investido, pero ha recuperado parte de la iniciativa y ahora quien está de los nervios es el líder de Unidas Podemos. Popper decía que el «futuro depende solo de nosotros mismos». En este caso, habría que añadir que también de las encuestas que escruta Iván Redondo en la Moncloa. La repetición electoral tampoco es tan catastrófica como los que más la temen predican. Un mal Gobierno para cuatro años sería todavía peor. Sánchez iba a ser investido ayer, pero ocurrió lo inesperado y sí, sin paños calientes, donde dije digo, digo Pablo.