Opinión

¡Están locos estos romanos!

El mundo es una inmensa pirámide de deuda. Gobiernos, bancos, empresas y hogares deben unos 220 billones, con «b» de barbaridad, de euros, según los últimos datos recopilados por el Instituto Internacional de Finanzas (IIF). Cualquier intento de que esa deuda fuera pagada conduciría a una quiebra mundial –desde Estados Unidos a China–, que algunos advierten equiparan a la III Guerra Mundial. Pues bien, además, casi el 7% de esa deuda, unos 15 billones de euros, según el «Financial Times», es una deuda con tipos de interés negativo. Los inversores no solo no obtienen beneficio, sino que pagan por invertir. Es lo que ocurre con la deuda pública alemana y que está a punto de ocurrir con la española. Los Gobiernos, en otras palabras, cobran por endeudarse. «¡Están locos estos romanos!», repetía el inolvidable personaje cómic Óbelix, el que se cayó de niño en la marmita de la poción mágica.

El precio del dinero es el tipo de interés y el que, como ocurre ahora, sea negativo por ejemplo en la Europa del euro, es un contrasentido. «Sin embargo, es así», observaría un moderno Galileo. Más inexplicable parece que alguien pague por invertir y también ocurre. Hay explicaciones, aunque solo confirman la irracionalidad de la situación. La inmensa mayoría del dinero actual no es físico, es dinero bancario. No obstante, aunque fuera físico, guardar 15 billones en billetes no solo es imposible sino que también tendría costes de almacenamiento, seguridad, etc. En cualquier caso, los inversores tienen que guardar su dinero –no físico– en algún lado y buscan, a veces, lugares seguros, como la deuda pública de países muy solventes, como Alemania. Incluso prefieren asumir una pérdida mínima antes que poner en peligro parte de sus activos. No está descartado que los bancos cobren a sus clientes por depositar dinero. Un particular puede almacenar en el colchón unos pocos miles de euros, pero con cantidades elevadas no tiene más remedio que acudir a una entidad financiera. Aunque tenga que pagar, su dinero está ahí más seguro. Todo se complica porque la deuda pública se puede recomprar y revender, lo que permite ganar dinero incluso con tipos de interés negativos.

Un ejemplo, un gran inversor necesita colocar en deuda pública una gran cantidad de dinero. Un país emite deuda con un interés negativo del 0,7%, pero otros inversores tienen deuda del mismo país que renta negativamente el 0,4%. El inversor intentará comprar la segunda aunque tenga que pagar más y el vendedor, que pedirá por ella más de lo que le costó, habrá ganado, incluso con tipos de interés negativos. Todo es un gran sinsentido, único en la historia económica y sustentado en la necesidad de colocar en algún sitio las inmensas cantidades de dinero existentes en el mercado e, incluso, obtener beneficios. Óbelix era entrañable, pero quizá los romanos –los inversores– no estuvieran –no están– tan locos. El mito del buen salvaje frente a la civilización.