Opinión
Calviño pone cara de Solbes
Pablo Casado, nuevo «look», inauguró el lunes el curso político más madrugador y más incierto en décadas, mientras Pedro Sánchez lidiaba con el bucle, oportunidad o trampa del Open Arms. Para el líder del PP, la toma de posesión como presidenta madrileña de Isabel Díaz Ayuso es el primer paso en su marcha –¿larga o corta?– hacia La Moncloa. La pérdida de la Comunidad de Madrid hubiera sido el Waterloo del sucesor de Rajoy y un camino de rosas para su adversario socialista. Sánchez, no obstante, lleva bastante ventaja, pero hay partido, al margen de que por fin se constituya un Gobierno pluripartidista o haya repetición de elecciones.
Los gestos hacia el Open Arms, tras semanas de crisis, se interpretan como un preludio electoral, que se completa con el escenario económico internacional y con la cara de Pedro Solbes que empieza a ponérsele a Nadia Calviño, la ministra de Economía, que tiene mucha carrera por delante como para hacer el ridículo como su predecesor socialista. Nadia Calviño, técnica Comercial del Estado, como Solbes y también Guindos, y la más alta funcionaria europea que ha tenido España, no puede ignorar los indicios –ya certezas– de los problemas económicas presentes en el escenario. El PIB alemán cayó un 0,1% en el último trimestre, el Banco Central Europeo prepara munición para paliar la situación y en España, la Airef, el Pepito Grillo económico del Gobierno, avanza que el PIB solo crecerá cuatro décimas en el tercer trimestre, casi la mitad que en el primero. El Gobierno en funciones y la ministra Calviño, a pesar de todo, presumen de la fortaleza económica española.
Es lo mismo que hizo Pedro Solbes –cuando era tarde admitió su error– al inicio de la Gran Recesión, mientras Zapatero alardeaba de que «España participa en la Champions League de las economías mundiales». Calviño no puede ignorar los signos que tiene delante –la deuda pública alcanza unos históricos 1,2 billones según datos de ayer del Banco de España– y tampoco el inquilino de La Moncloa. Quizá no sea Premio Nobel de Economía, pero es economista y puede interpretar los datos. También por eso, sabe que el próximo Gobierno lo tendrá difícil y que tampoco dispondrá ni de la décima parte de los 50.000 millones que Alemania parece decidida a utilizar para mitigar la crisis. Nadie descarta otro ajuste en España. Calviño, al negar la evidencia, empieza a tener cara de Solbes. La única explicación es que tenga instrucciones de aguantar el tipo hasta que se confirme la repetición electoral, salvo que Sánchez se vea incapaz de zafarse de la última oferta-trampa de Iglesias.
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