Opinión

Xana

España entera sigue consternada por el fallecimiento de Xana, hija de Luis Enrique, a la edad de 9 años por un osteosarcoma.

El ex seleccionador de la selección española ha recibido miles de muestras de cariño. Todos estamos con él y su familia, queremos compartir su dolor para que sea más llevadero y lo agradece, con mención especial al equipo de curas paliativas de Sant Joan.

Su esperanzador mensaje sirve de consuelo a tantas personas que sobreviven a sus hijos: «Te echaremos mucho de menos pero te recordaremos cada día de nuestras vidas con la esperanza de que en un futuro nos volvamos a encontrar. Serás la estrella que guíe a nuestra familia». Enterrar a un hijo es uno de los acontecimientos más duros a los que un ser humano se enfrenta en la vida. El más doloroso quizá, es una desaparición, porque no tienes siquiera la posibilidad de abrazar el último consuelo: que descanse en paz. Los sarcomas que se originan con más frecuencia en los huesos son los osteosarcomas, ocurren a menudo en los niños, como los tumores pertenecientes a la familia de Ewing y el rabdomiosarcoma.

La tragedia antinatural de perder un hijo, ese dolor tan terrible, no tiene ni nombre. La Federación Española de Padres de Niños con Cáncer (el cáncer infantil sigue siendo la primera causa de muerte por enfermedad hasta los 14 años) propone huérfilo.

Hace pocos meses conocí a Irene, en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Allí muchos niños viven el duro proceso de superar un cáncer en unas habitaciones llenas de colores y juguetes. En la Casa Ronald McDonald afrontan largos meses sin tener la sensación de vivir encerrados en un entorno hospitalario. Allí se respira alegría, ilusión, optimismo, ganas de vencer esos inoportunos tumores y cuentan con un personal entregado a esta causa. Xana estuvo 5 meses luchando frente a una enfermedad que se lleva al cielo a tantos niños antes de tiempo. Irene, 8 meses, afrontó además la amputación de su brazo izquierdo. No fue suficiente. La maldita metástasis fue incontrolable... Como dice su madre «Irene es maravillosa», se fue serena y rodeada de amor. La madre, valiente y amorosa, me dio una gran lección: «Qué energía nos deja y cuánto amor».

Efectivamente somos lo que dejamos en el corazón de las personas. Y estas criaturas, estrellas fugaces, nos dejan su luz y amor.

Eternamente.