Opinión
China
Aunque la noticia ha pasado desapercibida en la mayoría de los medios de comunicación, en China han tenido lugar dos consagraciones episcopales: la primera el 26 de agosto en la provincia de la Mongolia interior y la segunda el 28 en Hanzhhong.
Al anunciarlo el Vaticano ha señalado que son las primeras que se producen después del Acuerdo Provisional firmado el 22 de septiembre de 2018 entre la Santa Sede y la República Popular China sobre el nombramiento de Obispos.
El acuerdo, fruto de largas y no fáciles negociaciones entre ambas partes, fue criticado por algunos sectores de la comunidad católica del enorme país asiático que llegaron a acusar al Papa de haber vendido la iglesia al poder comunista de Pekín. Francisco por el contrario subrayó que se trataba de un paso de capital importancia puesto que se reconocía que el Papa era el único con autoridad para nombrar Obispos, sin excluir previas negociaciones con las autoridades civiles como, de hecho, se hace en otros países con diversas modalidades.
Han pasado casi setenta años desde que Mao Tse Tung rompiera las relaciones con la Santa Sede expulsando al Nuncio Antonio Riberi ( años después representante del Papa en España) y a centenares de misioneros extranjeros. Nació entonces la Asociación Patriótica Nacional China que se atribuyó el poder de nombrar decenas de Obispos. Una situación inaceptable a la que ahora se ha puesto fin. Quedan aún en China muchas diócesis vacantes y se espera poder proveerlas de Obispos lo antes posible pero en la milenaria nación asiática algunos asuntos van despacio, a veces muy despacio.
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