Opinión
¡Moncloa!, tenemos un problema
Jack Swigert, tripulante del Apolo 13, fue el primero en decirlo, un 13 de abril de 1970 –¡hace casi 40 años!–, más o menos a mitad de camino entre la Tierra y la Luna: «Bien, Houston, hemos tenido un problema aquí», fueron sus palabras exactas, corroboradas un instante después por Jim Lowell, comandante de la misión: «¡Ah, Houston, hemos tenido un problema!», para los puristas «¡Uh, Houston, we’ve had a problem!». La historia poscontemporánea o postverdad ha convertido aquella expresión en la síntesis cuasi perfecta, en tiempo presente, de una crisis: «¡Houston, tenemos un problema!». Todavía más, la sabiduría popular española ha llegado a calificar como «Houston» a personajes taciturnos, que siempre ven todo negro. Cuando Aznar era presidente de Gobierno, se hizo muy popular llamar «Houston» a uno de los miembros de su equipo de la Presidencia que destacaba por su visión catastrófica de la situación.
Iván Redondo, jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, contempla la vida y la política con mucho más optimismo y entusiasmo que aquel taciturno –muy trabajador, hay que reconocerlo– asesor de Aznar. Sin embargo, las luces rojas, como apunta hasta el economista socialdemócrata José Carlos Díez, se han encendido, y en la Moncloa no pueden mirar hacia otra parte, digan lo que digan las 370 medidas anunciadas para negociar con Unidas Podemos o presentadas como avance de un programa electoral que luego puede aplicarse o no. Es la doctrina Tierno Galván, aquel alcalde de Madrid que escribía bandos tan celebrados como poco leídos, convertido en mito histórico socialista.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, según la doctrina Ábalos –número dos del PSOE–, apurarán hasta el último minuto, obligados quizá por una liturgia tan hueca como estéril. El inquilino de la Moncloa es menos leído que el líder de Unidas Podemos, pero, aunque esté en almoneda su doctorado en economía, tampoco es lego en la materia. Puede prometer lo que quiera y también adelantar a la pareja Iglesias–Montero por la izquierda, pero sabe que no puede embarcarse en una orgía de gasto y subida de impuestos. España era la penúltima ancla del euro, pero desde que Italia ha apartado –al menos de momento– a Salvini, es más débil. No hay margen para una política de más gasto –anticíclica según los expertos–, ni tampoco se puede blindar constitucionalmente el poder adquisitivo de las pensiones. Por eso, si Iglesias se achanta, cede y hay Gobierno con su visto bueno, «¡Moncloa, tenemos un problema».
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