Opinión
Juguetes rotos y dioses olvidados
Uno de los refranes que más me ha
llamado siempre la atención, por lo tremendo que resultaba para mí su
significado, era el de: 'Nadie es profeta en su tierra'... y menos aquí,
precisamente en España.
En estos últimos días, la actualidad se ha teñido,
desgraciadamente, de luto por la pérdida de dos
figuras, de ámbitos muy diferentes y también en muy diferentes
circunstancias, como ha sido la trágica muerte de la exesquiadora Blanca Fernández
Ochoa y del genial compositor y cantante Camilo Sesto. No voy a caer en el ‘morbo’
tan fácil como repudiable de algunos medios ni por tanto me extenderé en las
circunstancias personales que han rodeado el óbito, sobre todo de Blanca. Allá cada
cual con su ética profesional.
Pero sí me gustaría centrarme en
una circunstancia común a ambos y a muchos otros, que si un día disfrutaron de
tiempos de ‘vino y rosas’, al cabo de los años se ven arrastrados al pozo del
olvido de cuantos un día les vitorearon, y en no pocas ocasiones, esa soledad
les lleva a caer en circunstancias personales complicadas o incluso fatales,
como vemos año tras año.
‘Juguetes rotos’… su drama…
Creo que no es la primera vez
que, ya sea en mis conferencias sobre liderazgo, ya sea en alguna de mis
intervenciones en los medios, hago referencia a esa tremenda categoría de los
'juguetes rotos'. Es cierto que no es privativa ni exclusiva de este país, pero
en él se da con mayor virulencia. Grandes artistas, cantantes, deportistas,
intelectuales de los llamados 'de cabecera' que terminan siendo unos 'malditos'
cuando no unos apestados... políticos incluso, ensalzados en vertical y con caídas
en barrena o empresarios. España no cuida a sus referentes; aquellos de quienes
el público patrio hace en un brevísimo período
de tiempo auténticos 'dioses'. Ensalzados, admirados, loados por la opinión de
los críticos o expertos, adorados por el gran público y embajadores -y este no
es un detalle menor- de la 'Marca España' por todo el mundo...
¿Dioses?... ¡de barro! Siempre me ha
parecido sorprendente la capacidad de buena parte de estos 'adoradores' para
olvidar a las primeras de cambio, cuando no vilipendiar, de un día para otro y
casi sin solución de continuidad, alguna de sus actuaciones, o de sus
declaraciones, o comportamientos que este magma 'opinativo' y tuitero -líquida
y voluble sociedad- en el que nos movemos decide, de un segundo para otro,
considerar inadecuado.
Rosalía; la última en sufrir como las cañas se pueden volver lanzas…
Por buscar, tal vez el último y más
palmario ejemplo, el fenómeno Rosalía
puede ilustrar muy bien a qué me refiero. Mientras no paran de crecer, en el ámbito
internacional, su fama y sus admiradores, en España, la jovencísima y genial
cantante, cada vez acumula más críticos,
por no decir que incluso en las redes un no desdeñable número de 'haters'.
A Rosalía se la ha criticado por
cantar flamenco -algunos dicen que ni eso en realidad- sin ser gitana, por
criticar 'la represión del pueblo catalán'
cuando ganó sus dos Grammy Latinos, por los que el president de la Generalitat
ni se molestó en felicitarla... y por tantas y tantas cosas, cuando en el
pasado Primavera Sound, algunos la llegaron a calificar de 'diosa'. Vivir para
ver.
Boxeadores, cantantes, futbolistas… de héroes a ‘carne de cañón’
No se trata, sin embargo, de un
fenómeno de hoy. En el pasado, a lo largo de las décadas, la vida pública española,
social, artística, deportiva, ha ido acumulando un sin fin de 'juguetes rotos';
a algunos les parecerán casi cosa de la prehistoria. Me vienen a la cabeza
nombres como el del boxeador José Manuel Ibar, 'Urtain', que tras ganar un
campeonato de Europa de los pesos pesados, fue deslizándose por un declive que
le condujo a los apuros económicos y al suicidio. De futbolistas como el genial
Julio Alberto Moreno Casas, qué les voy a decir; imprescindible en el Atlético
de Madrid, en el Barça y en la Selección española, pasó por el infierno de la
noche, las drogas y la ruina económica. Cantantes que fueron voces gloriosas en
los años 70, como Karina, no tuvieron después una vida fácil, ya fuera por
problemas emocionales, sentimentales o -siempre el maldito dinero- económicos.
El caso de España frente a otros países
Si traslado el foco a otros países
como Italia o Francia, nombres como el de Edith Piaf o Mina y la mismísima
Raffaella Carra -una de mis favoritas- han sido mimadas y adoradas durante décadas.
Nunca fueron olvidadas por su público, menos
aún por sus compatriotas. ¿Por qué España y los españoles son así?
Quiero pensar que un país tan
pasional, tan maniqueo -buenos y malos- y tan proclive a los extremos -no se
preocupen, hoy no rozaré ni siquiera de forma colateral la situación política-
no es de extrañar que, tal y como se eleva al séptimo cielo a muchos, a veces
de manera en exceso frívola y caprichosa, se les deja caer con la misma
facilidad.
Desde luego no era el caso del
genial Camilo, en opinión de muchos, la mejor voz de la música ligera española
en décadas, desde su primer éxito allá
por 1972: 'Algo de ti'. De Camilo Sesto se dijo de todo, se inventó de todo;
que si tenía SIDA -infamia que también
sufrió el gran Miguel Bosé- que si se había hecho no sé cuántas
operaciones de cirugía estética en su rostro, se frivolizó sobre su presunta
condición sexual, algo especialmente hiriente en un artista cuya máxima fue
siempre la protección y la discreción de su vida y en su vida privada... hasta
se llegó a publicar la noticia de una falsa desaparición. Él, inteligentemente
tal vez y por tener, seguro, la fortuna de conservar un excelente nivel económico,
cuando quiso, tomó la decisión
de retirarse. Quería dedicarse a su hijo, aseguró... ¡y era cierto! Y
como acabo de explicar, normalmente, estas retiradas, sobre todo cuando son
voluntarias y además ‘transparentes’, es decir, no se miente al gran público y
se dice la verdad, sin trampa ni cartón, suelen ser las más proclives a los
rumores malvados o a la crueldad de quienes necesitan ‘a un rey muerto, un rey
puesto’… y con carácter inmediato.
Sirvan estas líneas, no solo como
homenaje a dos grandes figuras que nos han dejado, sino sobre todo como reflexión,
para todos, de cómo es de justicia que cuidemos mejor a nuestros representantes…a
nuestros GRANDES de cualquier ámbito; líderes
que pasean el buen nombre de España por todo el mundo y que no merecen un trato
cruel ni desconsiderado si cometen un error o simplemente van cayendo en el
olvido. Porque ellos sí que hacen verdadera ‘Marca España’.