Opinión

Índice de sorpresas Citibank y Sánchez

Los expertos de Citibank elaboran el llamado «Índice de sorpresas económicas» en EE UU, que no es demasiado fiable, pero aporta otro elemento para escrutar el horizonte económico. Ahora, la sorpresa, como ha detectado el estadístico Juan Ignacio Crespo, es que ha pasado de una posición negativa (-68,8 puntos) a otra positiva (+ 7 puntos). Por ahora, no hay ningún indicador similar en Europa, ni tampoco otro que mida las sorpresas políticas. Si existiera, sus oscilaciones también serían brutales ante las posibilidades de que haya o no investidura de presidente en España el 23-S. Pedro Sánchez, sobre la bocina que anuncia el final de tiempo para que haya Gobierno o no, enseguida encontró un hueco para agasajar a la selección española de baloncesto, otra vez campeona del mundo. Aficionado al deporte de la canasta, como también Pablo Iglesias, sabe que partidos muy decisivos se deciden en el último segundo y que el éxito depende de apenas unos milímetros en la trayectoria del balón. Mientras la España de Gasol y Rubio derrotaba a Argentina en China, La Moncloa emitía señales, quizá encriptadas, de que todavía todo era posible siempre que el balón estuviera en el aire. Incluso después de la ronda de consultas del Rey habría otra oportunidad. La misma, por otra parte, que existía el día siguiente de las elecciones, lo que convierte en más estériles los últimos meses.

El líder del PSOE, diga lo que diga Iglesias, siempre ha preferido formar Gobierno al riesgo, incluso con expectativas inmejorables, de volver a las urnas. El pacto obvio era con Rivera, pero ni uno ni otro movieron ficha y, además, ahí queda el recuerdo de la muchachada de Ábalos la noche electoral y su grito «¡con Rivera no!», aunque la responsabilidad del líder de Cs está ahí. El problema de Sánchez –y lo sabe– es que un Gobierno en precario, dependiente de Podemos y de los independentistas, de Junqueras y Puigdemont, pondría en peligro la futura creación de empleo. Todavía más, la aplicación radical de las 370 medidas, paridas para contentar a la clientela y para tentar a Unidas Podemos, podrían ser contraproducentes y desembocar en un repunte del paro, un aval nefasto ante las siguientes elecciones que llegarían, entonces sí, dentro de un año o año y medio. Investido presidente ahora, Sánchez afrontaría el dilema de aplicar una política que puede conducir al país y a él mismo –ahí está el ejemplo Zapatero-Solbes– a la catástrofe o soportar arremetidas feroces de sus teóricos socios de Unidas Podemos y también del PP y Cs. El posible Gobierno precario sería lo peor para el país, pero quizá no para Casado y sobre todo para Rivera, cuya oferta de abstención condicionada en el descuento –otra sorpresa– delata su pánico a las urnas tras su errática trayectoria. El balón sigue en juego sobre el sonido de la bocina y ni tan siquiera el «Índice de sorpresas» puede aventurar si entrará en la canasta. Siempre hay una última sorpresa.