Opinión

La juez pausada

En todas las actividades, los profesionales no coinciden con los tiempos de otros. La Judicatura no es una excepción. Hay jueces que dedican a su trabajo quince horas cada día, y otros que necesitan descansos, asuetos, vacaciones, bajas laborales y degustación de cafelitos más prolongados. Es el caso de la juez Núñez Bolaños, criticada con ferocidad por su sesgo y lentitud, cuando en realidad su único defecto, con independencia de sus demostradas simpatías políticas, es su entrega incondicional a la pausa. Se trata de una juez pausada, siempre que los empapelados en los casos que ella instruye, formen parte de la corrupción socialista. La juez Núñez Bolaños es minuciosa. De niña tuvo que ser una magistral desmontadora de las construcciones de juguete de sus hermanos o primos. Destruir es más sencillo que construir, y ahí tiene el ejemplo de Zidane. Heredó la instrucción de una juez constructora, Mercedes Alaya Rodríguez, que destapó numerosos casos de corrupción – los ERE del PSOE andaluz-, y se dedicó a retrasar con parsimonia todo lo previamente construido para destruirlo con muchísima paciencia y dedicación. No se trata, por lo tanto, de una juez esquinada y politizada, sino de una juez pausada, probablemente hipotensa y necesitada de más horas de sueño y molicie que el resto de los jueces. El PSOE, con la colaboración del PP sorayista – el PP rajoyista es una simple metáfora-, apartó a la juez Alaya del caso de los ERE y la sustituyó por la juez Núñez Bolaños, de muy arrebatadora sonrisa y simpatía personal, pero menos obsesionada por su trabajo. El Consejo General del Poder Judicial, que también está formado en su mayoría por jueces pausados, ha decidido respetar su sentido del tiempo, y en unos años, los posibles delitos cometidos por los trileros sindicales andaluces y dirigentes del PSOE, habrán prescrito. Y eso es lo que se plantea la juez Núñez Bolaños. ¿Para qué trabajar en lo que va a prescribir? Le sobran motivos para no escapar de la pausa. Los fiscales se declaran mosqueados, pero su independencia está más limitada por el poder político que la de los jueces, y es posible que no logren su propósito de empapelar a la juez lenta, que cuenta con el apoyo del partido más votado en Andalucía y el resto de España.

Pero no hay mala intención en ella, ni ventanas abiertas a la prevaricación. Es más holgazana que garzona, o al menos lo quiere aparentar de esa guisa. La Juez Alaya llegaba a los Juzgados de Sevilla arrastrando con esfuerzo una maleta rodante rebosada de papeles y expedientes. La juez Núñez-Bolaños no precisa de papeles ni expedientes porque se los sabe de memoria. Ha demostrado poseer una capacidad nemotécnica en su reciente examen, brillantemente aprobado, de su doctorado, que estudió con frenesí mientras concedía vacaciones a sus papeles del ERE. Su director, Eugenio Pizarro, fue designado por la Junta de Andalucía como Secretario General de Justicia, en prueba de gratitud por su gran trabajo de dirección en el doctorado de Su Señoría pausada, y por ser sobrino en primer grado del número 2 del PSOE andaluz. Pero no sean quisquillosos ni malintencionados. La vida está repleta de hechos puramente casuales que no siempre se interpretan con ponderación y justicia.

Eso sí. Ya doctora, ya libre de agobiantes estudios, el Consejo General del Poder Judicial haría bien en reclamar a la juez Núñez Bolaños algo más de celeridad en la instrucción de su caso fundamental. La excesiva pausa puede ser motivo de erradas opiniones en una sociedad harta de corrupciones y abusos, de casas de putas y cocaína, de enriquecimientos súbitos y mariscadas, de adquisiciones inmobiliarias y cuentas corrientes crecidas a costa de los trabajadores. No es agradable el trabajo de la juez Núñez Bolaños, como tampoco lo fue para la juez Alaya, pero nadie les obligó a formar parte de la carrera judicial. Menos pausa, y más carácter en el desempeño de la obligación, como Zidane.