Opinión
Efecto Errejón-Vox y aritmética canalla
Íñigo Errejón, que es tan extremista y radical como Pablo Iglesias, pero más alto y más simpático, acudirá a la cita con las urnas del 10-N con la coartada imbatible de que las bases de su proyecto político lo exigen. La nueva política, si es que alguna vez existió, cada día es más un calco de la de toda la vida. Errejón, dentro de unos años, con la mayor templanza de la edad, acabará en el PSOE, auguran desde hace tiempo en el equipo de Pedro Sánchez. Ahora, su apuesta electoral –legítima por supuesto– puede ser, en términos de resultados, una especie de Vox de la extrema izquierda, con el matiz de que si hay que buscar radicalismos quizá Unidas Podemos gana el premio gordo. Abascal y Vox, en las elecciones del 28-A, obtuvieron 24 diputados pero, sobre todo, en las provincias donde no lograron representación parlamentaria, sus votos impidieron que el PP consiguiera escaños. Son los efectos perversos o canalla de un sistema electoral proporcional, por muy corregido que esté, que no es nítido ni transparente para la mayoría de electorado, ya sea de izquierdas o de derechas. Si Vox no se hubiera presentado el 28-A en 13 provincias en donde no consiguió escaños –y sus votos hubieran caído del lado del partido de Casado–, el PP habría obtenido 79 diputados en lugar de 66 y el PSOE, 113 en vez de 123. Ciudadanos hubiera sumado 55 diputados en el Congreso ya disuelto; Unidas Podemos, 42 y Bildu, 3, en lugar de cuatro. En ese escenario, PP, C’s, Vox y Navarra Suma podrían haber formado un bloque de 161 diputados –frente a los 149 que tenían hasta ahora–, por 155 de la suma de PSOE y Unidas Podemos, 10 menos que en la legislatura finiquitada.
La historia no se repite, aunque a veces lo parece, pero deja ejemplos ilustrativos. Vox y el grupo de Errejón coinciden en que son los últimos llegados a la contienda electoral y ambos por los extremos. Abascal, euforias de sus fieles aparte, nunca tuvo grandes opciones, como tampoco las tiene el antiguo amigo de Iglesias. Ambos, sin embargo, distorsionan el mapa electoral, y unos pocos de sus votos pueden ser decisivos para muchos escaños. El 28-A, por ejemplo, el último diputado de Zaragoza, que fue para el PSOE, se adjudicó por 77 votos. En Huelva esa diferencia fue de 330 votos; en Álava, 284; en Navarra, 408; en Palencia, 444 y en Baleares 692. Tres de esos seis escaños fueron para el PSOE, uno para Unidas Podemos, uno para C’s y otro para Bildu. También ocurrió que en Ceuta los votos del PP impidieron que Vox lograra es escaño de esa circunscripción. Ahora, Errejón y los suyos se suman a la atomización electoral. Tampoco ganará, pero sus votos pueden ser tan disruptivos como los de Vox hace unos meses gracias a la muy canalla aritmética del sistema electoral que, con el nuevo contendiente, quizá deja más opciones a los partidos de siempre.
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