Opinión

La loquita

A esta pobre niña no tan niña van a terminar por llevarla a la vera de la chifladura. Entre los golfos de sus padres, el sinvergüenza de Soros y el delirio mental de los ecologistas de carné, Gretita Thunberg camina a marchas forzadas hacia el trastorno de la chaladura y el jardín de los mochales. Con mucho dinero, eso sí, que los ingresos y transferencias de Soros alivian los delirios frenéticos. Por otra parte, no es tan niña y menos aún militante de la inocente infancia. Se trata de una adolescente bajita con el odio incrustado en su mirada. «Ustedes me han robado mi infancia», pronunció entre atisbos de lloriqueo perfectamente ensayados. Su infancia se ha desarrollado en una nación privilegiada, con unos paisajes privilegiados, un nivel de vida privilegiado, unos padres que son unos desalmados del privilegio y con un futuro que no está al alcance del 95% de los niños de todo el mundo. No obstante, como todo resultado de la mercadería, del invento del nuevo mercado, lo que llaman «márketing», es un producto muy bien acabado.

Nadie sabe qué pintaba esa niña no tan niña, la loquita, en una Asamblea General de la ONU. Y menos aún que interviniera ante Jefes de Estado y presidentes de Gobiernos de todo el mundo. Infección en la mirada, endurecida por un terrible proceso de perversión que tanto daño le produce como beneficios a sus progresistas padres. Y siempre, la sombra de Soros amparando las vilezas del emponzoñamiento del cambio climático, que es un argumento de aurora boreal. Mientras tanto, la niña enemiga a ultranza de los plásticos y otras materias, desayuna, come y cena en recipientes de plástico, bebe en vasos de plástico y se alimenta de lonchas de salmón ahumado envasado en plástico. Centenares de millones de niños en el mundo, incluyendo en el paisaje del mundo a muchas sociedades ricas occidentales, se darían con un canto en los dientes a cambio de los mimos bien pagados de la niña no tan niña Greta.Thunberg, la hija de los señores Thunberg, nieta de los Thunberg, biznieta de otros Thunberg, y sobrina de Soros. Entre todos los que se la toman en serio –sean excluídos de esas alforjas sus padres y Soros–, están llevando a los umbrales del fanatismo y la psicopatía a una joven mujer que han convertido en un pelele. «Yo no debería estar aquí», manifestó en la tribuna de las Naciones Unidas. Efectivamente. Usted debería estar en el colegio, y no ganando una fortuna en Nueva York gracias a la infinita capacidad del ser humano de caer en la majadería buenista y falsamente bienhechora.

Me importa un bledo Greta Thunberg. Pero me preocupa la condensación de odio y amargura que transporta en su mirada. Y me hiere que una programación maligna e interesada esté terminando con su juventud y su vida. Lo que dice esa niña no tan niña no son más que obviedades encadenadas y aprendidas de memoria. No hay sinceridad, imaginación ni soltura en sus palabras. Y menos aún, soluciones para que deje de sufrir lo mucho que está padeciendo por haber experimentado el desmoronamiento de su infancia. Esa niña es una privilegiada que sólo teme perder las delicias del privilegio, los viajes bien remunerados, los hoteles de lujo, los restaurantes elegidos y los regalos de los memos.

La mirada de esa niña no tan niña merece un análisis psiquiátrico, del mismo modo que las sonrisas de sus padres reclaman una investigación policial. No se trata de una niña prodigio, sino de una adolescente a la que están robando el alma a cambio del más perverso materialismo. Esa niña se ha convertido en una esclava de su propia ficción, y no parece descontenta en el desempeño de su papel, siempre de protagonista.

Los que han destrozado su infancia y el principio de su adolescencia son los que se han inventado su personaje, viven de su personaje, se enriquecen con su personaje o financian su personaje. No el CO2 ni el calentamiento global, ni el plástico en los océanos ni el conejo de Tasmania, que emite toda suerte de ruidos aerofágicos y contribuye con sus pedorretas a la ampliación del agujero en la capa de ozono. Los que han destrozado su vida los tiene muy en su cercanía. Ella es un negocio. Y van a conseguir que se convierta en una loquita.