Opinión
Aldeanos y paletos
Fouché, que fue un traidor, defendía que la traición era menos reprobable que el aldeanismo. Dijo que un traidor que sepa actuar con inteligencia siempre maneja un tiempo para alcanzar el olvido de su felonía y seguir manteniendo un cierto prestigio social. Pero jamás un aldeano. El aldeano es el corto de miras, el manipulado que el traidor necesita para llevar a cabo su deslealtad, el tonto entregado al desbarajuste anímico. Torra es un traidor menor y un incomensurable aldeano, como casi todos los engañados independentistas. Los traidores vuelan más alto, financian y sonríen.
Los miembros del CDR, alentados por el paleto, no han ingresado en prisión por ser independentistas catalanes. En tal caso, el primer encarcelado sería el majadero del paleto que los alienta y les pide acción públicamente, estulto charco en el que ningún traidor inteligente metería el remo. Han ingresado en prisión como miembros de «un grupo terrorista que pretende instaurar la república catalana por cualquier vía, incluidas las violentas», según el auto del juez García Castellón. Estaban en posesión de explosivos, planeaban boicotear las comunicaciones telefónicas, atentar contra centrales eléctricas y se les imputa la comisión de tres delitos concretos. Pertenecer a un grupo terrorista, tenencia de explosivos y conspiración para estragos. Y el traidor pequeñito, el traidorzuelo, el carente de aptitudes intelectuales para ser un traidor, se comporta como si fuera el jefe de la banda y muestra sus miserias impúdicamente. Su rechazo a la brillantísima acción de la Guardia Civil es otra prueba de su condición de tonto de campanario. El traidor inteligente calla. No está obligado a felicitar a la Guardia Civil por su extraordinaria actuación, pero mantiene el disfraz de la quebrada institución que representa. Más traidores, aunque también desnortados, son el presidente en funciones del Gobierno de España y el ministro del Interior, que en lugar de felicitar públicamente a la Guardia Civil por el seguimiento y detención de un grupo de terroristas, convocan a los altos mandos de la Benemérita para expresarles su sorpresa y molestia por tan «inoportuna» actuación.
El independentismo catalán, que ha presumido de pacifista, se ha quedado en pelotas ante la opinión pública, como los dos maricas que se desnudaron ante menores de edad contratados por Ada Colau, que es más traidora que Torra y que ha engañado a muchos con una equidistancia que a todas luces, era plena compenetración con el independentismo. El pobre Torra, al comportarse como el jefe de la banda de los detenidos y reconocer que todos sus familiares forman parte de los CDR no ha demostrado otra cosa que su infinita capacidad para cumplir con el papel de payaso de aldea. Y por ahí se mueve el otro paleto útil para los traidores que no se manifiestan. El presidente del Parlamento catalán, Torrent, que expulsa al portavoz de C´S, Carlos Carrizosa, por recordar en sesión parlamentaria lo evidente. Que resulta inadmisible que un Parlamento, un presidente del Parlamento, y un presidente de la Generalidad amparen a los terroristas detenidos y enviados a prisión después de reconocer ante el juez sus propósitos.
No se trata de un grave problema de romanticismo identitario, sino de aldeanismo identitario, que es mucho más corrosivo. En ese barullo de paletos y payasos –terroristas aparte-, destaca la nube, la indecisión, el modo nublado de afrontar la situación del socialismo catalán. Iceta es mucho más inteligente que Sánchez, y de ahí el peligro. Sánchez también es más listo que Torra, pero le pierde la vanidad del paleto nuevo rico. Por otro lado, su problema tiene mucho más que ver con la psicopatía que con la política. Es un psicópata del ego, un enamorado del yo, un ilimitado admirador de «mi persona». Sucede que por mantenerse en esa atalaya del poder es capaz de cualquier cosa, y ya conoce las consecuencias de su capacidad con innumerables derrotas. Sánchez es un pequeño traidor sostenido por su complacencia en el poder y su sumisión incondicional a los requerimientos de su esposa. Por ello, más que de traidor habría que incluirlo en los lugares más altos de la clasificación de calzonazos. No, los traidores pagan, financian, sobrevuelan y sonríen. Y cuando no les llega la camisa al cuerpo, recurren a un judío multimillonario que desea vengarse de los Reyes Católicos.
Ya sabemos que el independentismo catalán – lo sabíamos pero muchos de los independentistas lo ignoraban-, tiene sus esquinas violentas. El terrorista no es un traidor, sino un terrorista. El traidor es el que se esconde detrás del terrorista y calla cuando es detenido. El que lo jalea, le aplaude, se identifica con él y mancha con su identificación todo lo que le rodea, tampoco es un traidor, sino un aldeano desorbitado, un paleto mayúsculo, un ombligo de ridícula autocomplacencia.
Los traidores están ahí. Y se aprovechan de los tontos.
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