
Opinión
Basurero
Irene Montero dejó a los niños al cuidado de la Salus, la «nurse», la «miss», la «mademoiselle» o la «fraulhein» y conllevó pancarta en la manifestación ecologista convocada en Madrid. Una manifestación de mentes privilegiadas, como la de Greta Thunberg, en defensa del medio ambiente, de la limpieza del planeta y de los lobos, que son los animales preferidos de Uralde, el ecologista de Podemos. Se podría ilustrar este texto con la escalofriante fotografía de las 162 cabras montesas adultas, entre machos y hembras, que han sucumbido este año en Gredos a dentelladas de los lobos. Ya no matan seis cabritos para comerse uno. Atacan en manadas a los machos monteses adultos, y los propietarios de los cotos gredianos que forman parte de la Reserva Nacional, así como su director, a pesar de haber denunciado la dramática situación han recibido del Partido Popular, que gobierna en Castilla y León desde que Celia Gámez era niña, una palmadita en la espalda y media sonrisa, porque en el PP la sonrisa completa sólo le está permitida a Casado. Pero no es el objetivo principal de este comentario la permisividad que goza el lobo en España, que aún sigue influida por el inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente, que con el lobo se equivocó. Voy de limpieza, de valores cívicos y de respeto a los prados y los suelos ajardinados de las ciudades. A los espacios verdes de los parques que hacen más llevadera la vida entre los rascacielos y los bloques de pisos en Madrid. Sí, en Madrid, de la que muchos ignoran que es la ciudad con más árboles de Europa, gracias al impulso de Carlos III, el Mejor Alcalde de Madrid, superior incluso a Manuela Carmena.
Escribo de un documento gráfico que no he visto en ningún medio impreso. Del basurero inaceptable que los ecologistas dejaron a su paso mientras ululaban mensajes y eslóganes en defensa de la limpieza del planeta. Está muy bien que los Bardem produzcan un documental de la Antártida, del calentamiento global y de la morsa que no puede aguardar en un bloque de hielo la llegada de los arenques, porque el bloque de hielo ya no soporta el peso de la morsa. Pero más importante que la incomodidad de la pobre morsa, es la salvaje guarrería que dejan los ecologistas allá donde deciden manifestarse. Plásticos, botellas, envases, condones, papeles y toda suerte de huellas incívicas. Quizá Irene Montero, gran amiga de Penélope Cruz y de Greta Thunberg, haría bien en recomendar en nombre de ellas, algo más de buena educación ciudadana a los jóvenes e indómitos ecologistas, que además de abominar del cambio climático, aborrecen a las papeleras y los contenedores de basura. Me recuerdan las manifestaciones de los ecologistas «sandía» – verdes por fuera, rojos por dentro-, a las concentraciones de los falsos pacifistas en los primeros años de la transición a la democracia. Jamás olvidaré los titulares de un progresista diario que se independiza de la mañana. «Manifestación Pacifista en Madrid. Catorce agentes antidisturbios heridos de consideración». Menos mal que se enfrentaron a pacifistas.
La suciedad, la guarrería, la roña, la infección y la polución que dejó atrás la enérgica concentración de «sandías» no caben en cabeza humana. Preservativos, jeringuillas y plásticos para llenar veinte camiones basureros. Un resultado espectacular, muy acorde con las palabras huecas de los vociferantes. Irene Montero carece de culpa. Ella encabezaba la marcha y no veía lo que iban dejando atrás los incivilizados manifestantes. Pero ya habrá visto las fotografías de la mugre, y bien haría en disculparse por haber asistido a esa concentración presidida por la cochinería y la falta de educación.
Está sucediendo en casi todas las rutas senderistas de España. El ecologista «sandía» de pantalones pirata, camiseta con el Ché estampado y los dedos emergentes de las chancletas, se sienta sobre una peña y se emociona con la belleza del atardecer sobre la montaña. Y mientras se emociona, condimenta una paella, reparte bocadillos y cervezas, y deja la senda, la peña, la montaña y el atardecer como una pocilga. Los caminos, antaño impolutos de los parques y reservas nacionales, son hoy basureros. No hay mano de obra, ni voluntarios para limpiar lo que ensucian los senderistas sandías.
Pero una cosa es el senderismo infectante y otra muy diferente una concentración de ecologistas clamando por la limpieza del planeta, que, después del clamor, se convierte en un basurero cuya limpieza pagan todos los ciudadanos. Esas fotografías que nadie ha publicado producen pavor y provocan el más vomitivo de los ascos.
Eso sí, la manifestación fue un éxito, y gracias a ella, la morsa ha encontrado un bloque de hielo firme para aguardar el paso de los arenques. En Gredos, simultáneamente, otro macho montés ha sido devorado por los lobos, mientras en el cielo, los intocables miles de buitres aguardan su turno.
Es lo que hay.
✕
Accede a tu cuenta para comentar