Opinión
El día que Sánchez vio el elefante
Pedro Sánchez no soporta a Pablo Iglesias, aunque antes del verano solo la torpeza y arrogancia del líder de Unidas Podemos impidió un Gobierno de coalición letal para los socialistas. Entonces, el inquilino de la Moncloa se juramento a sí mismo –lo ha comentado– que a él «no le chuleaba» el político de la coleta. También entonces, porque la ventaja del Gobierno es que dispone de más información que nadie, el presidente en funciones quizá fue el primero en ver «el elefante en la habitación», esa expresión inglesa que señala una «realidad evidente inadvertida» o «ese problema que nadie quiere ver». Sánchez, sin duda, supo antes de las vacaciones que llegaba un otoño económico complicado y que la época de las vacas gordas tocaba a su fin. Las previsiones internas de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo eran sombrías y Nadia Calviño, ministra de Economía, bien relacionada en Europa, tenía todos los datos, aunque amagara con subir las previsiones de crecimiento de España para este año, cuando sabía que casi con seguridad tendría que rebajarlas como al final ha hecho.
El día que Sánchez vio el elefante de los problemas económicos supo que debía adelantar las elecciones, incluso con el riesgo –que procuraría paliar– de parecer el culpable de la repetición. Un Gobierno con Unidas Podemos en tiempos difíciles –de austeridad– era inviable y si retrasaba la cita con las urnas, la situación económica podría deteriorarse más. Por último, aunque imprevista, la caída de Salvini reconduce a Italia hacia una cierta ortodoxia, lo que dejaría sola y en aprietos a una España que optara por el gasto desaforado, como el anunciado en las 370 medidas anunciadas por el PSOE y que Sánchez siempre supo que no saldrían adelante. Ayer, una avalancha de datos confirmó lo que en la Moncloa sopesaron a la hora de convocar elecciones. El Instituto Nacional de Estadística redujo la subida del PIB al 0,4 en el segundo trimestre, con lo que al final de 20219 puede quedarse en el 1,9%. La inversión está en retroceso, sobre todo en maquinaria –ha bajado un 1,7%–, el consumo privado se ha estancado a pesar de que ha subido la renta de los hogares y la deuda pública marca un nuevo récord, 1,21 billones de euros. Además el déficit, en los seis primeros meses del año, supera el 2,14% del PIB, es decir, 26.769 millones de euros. Todo eso significa, y Sánchez lo sabe, que España tendrá que presentar en octubre un plan de ajuste a Bruselas, que no se aplicará hasta que haya nuevos Presupuestos y que los ciudadanos empezarán a sufrir –subida de impuestos, recorte de gastos o ambos– dentro de unos meses. Las elecciones ahora son un riesgo, pero dentro de un año hubieran sido un suicidio para el PSOE. Sí, Sánchez quizá fue primero en aceptar que había un elefante en la habitación. Y eso no mitiga su tirria por Iglesias.
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