Opinión
Confesión
Adoro y siento una admiración insuperable por mi persona. Me refiero, por supuesto, a mí, mi persona, el Presidente. Desde la infancia tuve en alto concepto a mi yo, pero últimamente estoy que me salgo. No obstante, he tenido que superar épocas muy duras, cerriles e injustas. Cuando jugaba al baloncesto en el Estudiantes, el entrenador me tenía de suplente, culo de banquillo. Decía que no metía una, que las canastas menguaban su perímetro cada vez que yo, mi persona, el Presidente, lanzaba el balón en pos de los puntos. Lo que mi entrenador jamás vio en mí, en mi persona, en el Presidente, fue el carisma. Algo de razón tenía con mi modesta participación en la suma total de puntos de mi equipo, pero no supo comprender el espíritu de equipo que yo, mi persona, el Presidente, se formaba en torno a mí, el Presidente, yo, mi persona.
Las mujeres revoloteaban a mi alrededor, y reconozco mi cansancio. Había leído algo de Porfirio Rubirosa y de un actor americano, Gregory Peck, o como se escriba, que padecieron esos mismos acosos femeninos. De ahí, que me enamorara de la mujer más sencilla de cuantas me pretendían. Vi en ella lo que el poeta definió como «la alondra que hasta en su manera de piar empequeñece el bosque con su modestia». Se me antojó preciosa la frase del poeta, porque Begoña era así, la alondra que hasta en su manera de piar empequeñecía los bosques con su modestia.
De niño sufrí muchísimo. Mi familia fue exterminada por Franco. Franco ordenó matar a mis nueve tíos, a tres tías, a la madre de mi profesora de francés y a mis abuelos. Y prometí vengarme. Como persona de izquierdas de toda la vida, consideré que no dormiría tranquilo hasta que Franco abandonara su tumba del Valle de los Caídos. Y tuve a mi lado la compañera que no me permitía desfallecer en mi empeño. –Peter, aguanta, que la gloria te viene-.
Después de perder y de que me echaran de la cúpula del PSOE, me mantuve en mis trece. Gobernaba en España Rajoy, un gallego con poco carácter, y una pequeñuela que me ayudó mucho, aunque en principio, cuando fundó Podemos, sus intenciones eran malísimas. Poco a poco fue haciendo política a mi favor, y conseguí triunfar en una moción de censura. En señal de gratitud, la he nombrado Consejera del Reino, o de Estado, yo qué sé, con sueldito, coche y chófer. Se lo merecía.
Ahora me enfrento a unas nuevas elecciones, y lo hago en plena forma, porque llevo dos años descansando de mi descanso, y volando de allá para acá y de aquí hacia acullá siempre acompañado de mi alondra, de la que dijo un poeta que era «la alondra que hasta en su manera de piar empequeñecía el bosque con su modestia». Bueno, he olvidado si lo he escrito anteriormente, pero yo soy un hombre de futuro y no miro al pasado, aunque sea un párrafo escrito en un papel. Ahora, en las elecciones, me ha dicho Tezanos, íntimo amigo, que voy a arrasar. Y si arraso, se van a enterar los que me critican por ir a conciertos, bodas y bautizos en avión o helicópteros. He hablado con Errejón para que se cargue a Iglesias, y mis socios separatistas están con la mosca detrás de la oreja, porque si mi persona, yo, el Presidente, decido aplicar el 155 para ganar las elecciones, lo aplico y me voy a Nueva York a descansar y que pase el barullo. Dejo encargada del asunto a Carmen Calvo y Marlaska, y patatín, patatán. Con los que estoy feliz es con mi compañera Chivite y los de «Bildu», que son gente de paz, y con Otegui, que de cuando en cuando me felicita. Persona educada y bastante divertida en la intimidad.
Me ha dicho Tezanos que hay que aumentar el número de escaños en el Congreso de los Diputados. Que le parecen insuficientes los 350 de la actualidad. Y me ha demostrado con cifras concluyentes que su petición es absolutamente razonable. Si hay 350 escaños y en su última encuesta le sale que yo, mi persona, el Presidente, obtendría 429 escaños, algo habrá que hacer para que quepan los míos. Y mi alondra me lo ha impuesto con su modestia habitual. –Tú puedes hacerlo, Peter-. En fin, que estoy en ello.
Me he cargado a Rajoy, a Iglesias, a Rivera –que lo tengo loco-, y espero hacerlo con Casado si sigue haciéndome la rosca y con Abascal, que es más duro de roer. Pero veo el futuro de mi familia con mucha esperanza. El de España, la verdad, me importa un bledo. Mi familia, lo primero. Se han acostumbrado a vivir en un palacio y a los viajes de gorra, y hasta mi alondra se opone a un cambio de ritmo. En fin, que todo sea por España, nada por España, viva España y me cisco en España. Yo, mi persona, el Presidente, soy así.
Pero La Moncloa, que no me la toquen.
Por la transcripción.
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