Opinión
Pe Cross
No me considero un experto en cinematografía. Me gustan algunas películas. Las tres del Padrino, Centauros del Desierto, La Diligencia, Lawrence de Arabia, Lo que queda del Día, Bienvenido Míster Marshall, Casablanca, Calabuig, y alguna otra. Me aburren mucho los directores españoles subvencionados, y creo que hago por ellos más que ellos por mí. Colaboro modestamente en los millones que perciben a cambio de producir un cine sectario, con pretensiones, sobreactuado y guerracivilista. Escribió el estupendo Gabriel Albiac, escritor y filósofo surgido de la izquierda intelectual y yerno de Julián Grimau, que los españoles tendríamos que acceder a las salas de cine subvencionado –todas las películas en la actualidad–, mostrando el recibo del abono del IRPF. Ahora nos informan que la última idiotez de Amenábar se ha podido llevar a cabo gracias al millón y medio de euros de todos los españoles que le ha regalado el ministerio de Cultura.
Mi condición de ignorante cinematográfico me concede la bula de la opinión libre. Y debo reconocer que jamás he comprendido el éxito arrollador de la actriz de Hollywood nacida en Alcobendas Pe Cross. Se me antoja sobreactuada, dotada de una voz especialmente desagradable y excesivamente propensa a desnudarse aprovechando cualquier Pisuerga que pase por Valladolid. Creo que la gran actriz española de las últimas décadas es Emma Suárez, y Carmen Machi no le sigue a excesiva distancia. Ellos son todos iguales unos y otros.
Pe Cross se convirtió en la morena de Hollywood gracias a sus sinceros romances con actores de gran renombre, entre ellos, Tom Cruise, el de la Cienciología, que saltó de los brazos de Nicole Kidman a los de ella haciendo gala de una extraordinaria precipitación. Hollywood es un nido de ratas, y una actriz inteligente, por mala que sea, termina por conocer sus normas. Su amor con Javier Bardem, que se mantiene, es una excepción que confirma la regla, y mucho me alegro con la feliz permanencia de su matrimonio.
Pero no dejan de herirme los últimos comentarios que revistas especializadas y redes sociales han extendido y difundido en la opinión pública. Se han hecho visibles numerosas fotografías en las que Pe Cross aparece, en diferentes eventos y celebraciones, del brazo, o compartiendo caritas y morrindongos con Harvey Weinstein, el depredador sexual que ha sido denunciado –con retraso, como siempre–, por decenas de actrices de renombre, y alguna entre ellas, buena actriz. Que una representante de la «Cultura» de izquierdas de España –no se olvide su condición de alcobendana o alcobendense–, casada con el Segal español apellidado Bardem, partidarios ambos del movimiento MeToo y reprochadores a ultranza de machismos infumables, no se haya sumado a las denuncias contra el cochino de Weinstein, me preocupa. Por un lado me preocupa, y por el otro me alivia, porque si Pe Cross no ha denunciado a Harvey Weinstein es por un motivo tan coherente como válido. No lo ha denunciado porque Weinstein la respetó, fue un amigo de verdad e hizo todo lo posible, en honor a esa sincera y honda amistad para que Pe Cross triunfara en los Estados Unidos. Tal como ha sucedido.
No obstante, y después de elogiar de nuevo la perseverancia de Pe Cross en Hollywood, me quedo a solas con mi opinión acerca de sus condiciones artísticas y dramáticas. Y lo siento. También en mis raíces hay cercanías con Alcobendas, y debo reconocer que considero admirable su fama, porque a mí, personalmente, me parece una actriz bastante del montón. Si la doblaran, ganaría algo, pero no se convertiría en Katherine Hepburn, de quien decía Spencer Tracy que hasta desayunando tostadas con mantequilla no dejaba de actuar. No obstante, Pe Cross no puede quejarse, porque ha sido y es una de las actrices más mimadas y protagonista de películas generosamente subvencionadas de cuantas hay en España. Pero un conocedor más profundo que el que escribe del mundo del cine, hubiera esperado una reacción más sonora e indignada ante las demostradas tropelías de su viejo amigo y protector Weinstein, que las ha hecho gordas mientras aparentaba ser un generoso mecenas de nuevos valores. Y creo que desde mi condición de militante de la extrema izquierda, me sobra el derecho de exigirle esa contundencia que no ha explosionado en su prudente actitud.
Escribo de presumible arte porque hoy, 2 de octubre, todo quisque escribirá de los sucesos acaecidos en Cataluña, y Barcelona en particular. Y prefiero hacerlo de una chica de Alcobendas que ha triunfado en Hollywood, que de un memo de Barcelona que tiene en Soros a su Weinstein, pero ni por esas. Al menos, lo espero.
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