Opinión
Manda huevos
El pobre marqués de La Navata y conde de Galapagar carece de buen estilo. Ahora, quizá recordando su amistad con Otegui y sus cariños a De Juana Chaos, ha puesto en duda la brillante operación de la Guardia Civil, la misma Institución que cuida de su persona, su familia, sus hijos, su casa y su amplio jardín, en la que fueron detenidos siete individuos que fabricaban explosivos y custodiaban documentos de los lugares elegidos para explosionarlos. Además de desagradecido y mala persona, este descamisado de marca es un berzotas. La Guardia Civil investiga, la Guardia Civil analiza, la Guardia Civil, cuando las evidencias son más que sospechosas, actúa, y la Guardia Civil detiene a los presumibles terroristas. Pero la Guardia Civil no envía a nadie a prisión. Lo hace un juez después de tomar declaración a los detenidos por la Guardia Civil. Y si un juez independiente los ha enviado a prisión, será porque sus declaraciones corroboran la actuación de la Guardia Civil, por mucho que a Marlaska le haya indignado el éxito de una operación magistral contra el terrorismo independentista catalán.
Desde que se cumplió la traición de Errejón, Pablo Iglesias se ha rodeado de una apasionada primavera floral. Le llueven elogios y mimos de periodistas y políticos, que se sienten desolados por la deslealtad de Errejón. Y no hay más vainas. Errejón es tan impresentable como Iglesias, como Monedero, como Echenique y como todos los que han defendido y justificado el terrorismo en España, la tortura y el hambre en Venezuela, la permanente cárcel y subdesarrollo de Cuba y la teocracia de Irán. Son iguales, simétricos, fotocopias de unos y otros. La duda respecto a la actuación de la Guardia Civil con los chicos de la gasolina –Arzallus, refiriéndose a los etarras–, de los CDR, sobrepasa la calificación de insulto. Entiendo que la genética se impone y que para Iglesias esas menudencias explosivas no merecen castigo alguno. Pero es fundamental recordar al Populista traicionado por él mismo y los suyos, que la Guardia Civil cumple a rajatabla con su deber de salvaguardar el bien común liberándonos de los aficionados a crear explosivos para ser oídos, y que ha sido un juez el que ha decidido que la sociedad puede dormir más tranquila con los CDR en prisión que en libertad. Lo de este tarugo, inmenso berzotas y rencoroso infumable, es un ejemplo de la degradación infecciosa que afecta, hoy por hoy, a una gran parte de la Izquierda española.
Iglesias no es víctima de nada ni de nadie. Ha sido traicionado por quienes él traicionó, disminuído por quienes él disminuyó, y vejado por aquellos que Iglesias vejó. Tan indeseables son los traidores como los traicionados, y no es de recibo que quien ha exigido al Ministerio del Interior, por su garantía de servicio, lealtad y competencia, la vigilancia de su casa y de sus bienes a la Guardia Civil, se atreva a poner en duda el compromiso de los guardias civiles con el beneficio de una sociedad que no sabe agradecer sus sacrificios y la brillantez de su trabajo. Iglesias, para referirse a la Guardia Civil tendría que enjuagarse la boca con espuma de liebre, que ignoro hasta qué punto existe y si es eficaz para desinfectar el odio de su lengua.
De plató en plató, de radio en radio, salta Iglesias para lamentar la traición de la que ha sido objeto, cuando ha sido Iglesias quien ha traicionado a la mayoría de los bobos que confiaron en él. Casta pura, pura casta, la misma a la que pertenecen Errejón, Monedero, Montero y Echenique. No me refiero a ideas y valores, más o menos disparatados. Me refiero a la supervivencia de los chulos del Sistema, que no sólo se hallan en el populismo, sino en todos los partidos políticos.
Si Iglesias desea hablar de la Guardia Civil, lo puede hacer siempre que el resentimiento no nuble sus escombros de dignidad. Podría exigirle a Marlaska la equiparación salarial de los guardias civiles y policías nacionales con la de otros cuerpos policiales autonómicos divididos entre la lealtad a la Constitución y el deseo de destruírla. Pero no. Su único fin es deteriorar el prestigio de la Guardia Civil, admirada en todo el mundo. Esa Guardia Civil a la que todos los españoles pagamos con miseria su lealtad y cumplimiento de sus deberes. La Guardia Civil que le pagamos a Iglesias para que cuide de su persona, su familia, sus bienes, su casa y su jardin. Manda huevos.
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