Opinión
Amazonia
Ayer, con una solemne Misa en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco abrió la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para la región Amazónica. Hasta el día 27 de este mes 185 personas –cardenales, obispos, teólogos/as, expertos/as, líderes indígenas– van a tratar el tema «Amazonia, nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral».
La región amazónica comprende parte de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana, Surinam y la Guayana francesa.
La habitan 34 millones de personas; tres millones de ellos son indígenas que representan 390 pueblos y nacionalidades diversas y de los cuales un centenar viven en lo que se denomina «aislamiento voluntario», es decir sin ninguna comunicación con la civilización. Su territorio es una de las mayores reservas de bio-diversidad de la tierra y constituye uno de los pulmones del planeta.
La Iglesia católica, desde hace tiempo, atiende a estas poblaciones marginadas social y espiritualmente; así nació la REPAM (Red pastoral para la Amazonia) cuyo presidente es el cardenal brasileño Claudio Hummes. Este franciscano de 85 años, que fue arzobispo de Sao Paolo es la figura-clave de este Sínodo y al presentárnoslo a los periodistas aseguró que «nuestra misión en Amazonia es evangelizar, anunciar a Jesucristo y su reino y por consiguiente cuidar de la “casa común”.
Se trata de cuidar y defender la vida tanto de todos los seres humanos, especialmente de los pueblos indígenas, como de la biodiversidad. Lo que hace daño a la tierra termina haciendo daño a los seres humanos y viceversa».
Un Sínodo –estoy seguro– que proporcionará muchas sorpresas y que, como otras iniciativas de este Papa ya es objeto de críticas y ataques.
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