Opinión

Renunciar al mecenas

El club del Régimen ha desertado del Régimen. Un poco a destiempo, que ya se sabe del más que descriptible coraje de la alta y media burguesía catalana. Desde 1951 hasta hoy han transcurrido 68 años, y en la Asamblea General Política de Socios celebrada el pasado domingo, el presidente Bartoméu, nacionalista por miedo, logró que la politizada representación social renunciara a su mecenas. El mecenas del Fútbol Club Barcelona fue el General Franco, y en 1951, 1971 y 1974, el que fuera Jefe del Estado recibió las más altas distinciones honoríficas del club barcelonés, al que había salvado de la ruina. «El Real Madrid jamás fue franquista ni el franquismo madridista, sucedió que el Real Madrid era lo único español que arrasaba en Europa y el mundo, y el Régimen se sirvió de nuestras victorias». El autor de la reflexión se llamaba Santiago Bernabéu, que llevaba a todo el equipo a Villa Giralda, en Estoril, a visitar a Don Juan De Borbón, el Rey exiliado, con gran cabreo del Régimen. Durante el franquismo, los dos clubes preferidos del poder establecido fueron el Barcelona y el Atlético de Madrid, que en los primeros años del Régimen se denominó Atlético Aviación por su dependencia y hermandad con el Ejército del Aire, lo cual nada tiene de vituperable.

En 1971, para que el F.C. Barcelona pudiera construir e inaugurar el «Nou Camp», heredero majestuoso del viejo «Les Corts», Franco ordenó perdonar al club «culé» una deuda de más de doscientos millones de pesetas. Por ello, el Barcelona sumó a la Insignia de Oro y Brillantes concedida al Caudillo en 1951, la Medalla de Oro de la Inauguración del «Palau Blaugrana» sito en el amplio complejo deportivo construido gracias a Franco. Y en 1974, la Junta Directiva del «Barça» en pleno, visitó al Jefe del Estado en el Palacio de El Pardo para entregarle la Medalla de Oro del septuagésimo quinto aniversario de la creación del club. Fue, el Barcelona, la institución deportiva que mostró más gratitudes al General Franco durante el largo período de su Régimen. Y de bien nacido es ser agradecido, porque sin la intervención de Franco, el F.C. Barcelona podría haber desaparecido por su ingente pasivo.

Bartoméu, que permite, tolera y disfruta con las indignantes pancartas mentirosas que pueblan el «Camp Nou» en partidos nacionales e internacionales, ha justificado el retraso de la valiente medida de esta manera. «La medida que hoy proponemos a los socios de retirar las distinciones otorgadas a Francisco Franco en 1951, 1971 y 1974 se ha aplazado hasta hoy porque en 2003 no encontramos la documentación respecto a esas medallas, y ha sido este año cuando se han encontrado». Otra mentira. Anteriormente, el pobre Bartoméu, el aciago buscador de medallas, manifestó que el Barcelona respeta la libertad de expresión de sus socios, lamenta que los golpistas –eso es mío–, estén encarcelados y se muestra favorable a un refrendo –ilegal, también es mío– que decida el futuro de Cataluña. Todavía no entiendo cómo un español cualquiera que no forme parte de la psicopatía independentista puede seguir manteniéndose como seguidor de tan cínico y lamentable club oficial del «Prusás».

Ahora viene lo más engorroso. Los herederos del mecenas del «Barça», los nietos del General Franco, no están para buscar entre los centenares de distinciones que recibió su abuelo, las tres insignias o medallitas del Barcelona, aunque sean de oro y brillantes. Bastante les ha caído con intentar que entierren los restos de su abuelo donde ellos tienen pleno derecho, aunque el Supremo y la Iglesia les denieguen ese derecho fundamental. Por ello, sería el «Barça» el que tendría que desplazar hasta Madrid a una comisión de buscadores, para encontrar las insignias y medallitas extraviadas, que por lógica, no son las más importantes que recibió Franco en vida. Si los buscadores son tan eficientes como los archivos del club, lo más recomendable es que renuncien a la devolución. Tendrán que hacerlas nuevas para concedérselas y entregárselas a los heroicos fugados a Ginebra y Waterloo. Y «Adéu, Bartoméu», que rima.