Opinión
Hermano Cañaílla
Tras un cañaílla exótico, con ese peculiar flequillo rubio que tanto envidió la momia de Lenin cuando, en compañía de Antonio Burgos, Manu Leguineche y José María Carrascal, visitamos al asesino durmiente. En el vuelo a Moscú, te preguntó un japonés chapurreando: –¿Usted, escandinavo?–; –no, ilustre nipón. Yo, cañaílla, de San Fernando, Real Isla de León, Cádiz–. Ante respuesta tan geográficamente certera, el japonés se precipitó a degustar un asco de «Pollo Takirayi» o algo así, un repugnante pollo que Antonio Burgos y este menda habíamos rechazado con energía cuando nos lo ofrecieron. –Nosotros no comer porquerías–. Y en Moscú, Pepe, humillamos al comunismo comprando por diez dólares cada uno los gorros de los centinelas de la momia. ¿Te acuerdas? Fuimos a cenar a un restaurante de la transición rusa, después de haber hablado – el único que hablaba algo de ruso era yo–, dos horas con Gorbachov. Bebimos vodka. Y alcanzamos la Plaza Roja en un estado de desmesurada alegría. Se acercaron los centinelas. –Vienen a detenernos–. Pero no. Venían a vendernos sus gorros. –¿Cómo han sabido, desde la distancia, que no somos rusos?–, preguntamos al más ruso de los dos. –Porque se ríen–. También nos recibió Shevarnadze en su despacho, presidido por un busto de Kennedy. Manu Leguineche, nuestro querido Manu, le formuló una pregunta directa. –Señor Shevarnadze, ¿piensa seguir en Moscú o se va a instalar en Georgia?–. El tipo respondió con una voz quedísima: –Mi deber es mantenerme en Moscú–. Manu envió su crónica. Quizá la peor de su vida. Se titulaba: «Shevarnadze se afianza en Moscú». Mientras Manu la escribía en el Hotel Metropol, Shevarnadze voló a Tiflis, Georgia, y dio un golpe de Estado.
Y en África del Sur, Pepe, qué prodigio. Antonio Burgos en Sabi-Sabi, reserva privada colindante con el maravilloso Parque Krüger. Íbamos en unos «jeep» descapotados, y el guarda recibió noticias de la ubicación de un grupo de leones que se estaban comiendo una jirafa. Seis o siete. Uno de ellos nos miró y gruñó. Antonio interpretó su enfado. –Es que se han enterado de que Jesús Cacho ha venido con nosotros, le han pedido que les dedique el libro en el que pone a parir a Polanco, y Jesús no llevaba bolígrafo–. ¿Te acuerdas de los ataques de risa con el golfo del Premio Nobel de la Paz monseñor Tutu, y nuestra charla en Ulundi con el príncipe zulú Buthelesi? Nos pidió ayuda monetaria para la causa zulú, y le remitimos a Arzallus: –Alteza, Arzallus, el político vasco, conoce el problema zulú y estaría encantado de ayudarlos–. Y se quedó con las señas, que se las sabía Manu. Nos recibió De Clerk, el «Adolfo Suárez» de la Transición sudafricana, y un tal Palo Jordan, del partido de Mandela, que nos miraba con expresión asesina.
Y tantas tertulias con Luis Del Olmo, y los años felices de Antena-3 cuando tú fuiste el mejor y más libre director de Informativos de la cadena privada, con el «Primer Café» del formidable Antonio Sanjosé. Noches en el bar del Palace con Pablo Sebastián, el Guti, Manu Leguineche, Juancho Armas Marcelo, charlas liberales de aquellos tiempos inolvidables e inolvidados. Un día llegaste con una gran noticia, siendo Director de Tiempo. –En la cena de Estado de ayer en el Palacio Real, Pujol se metió en el bolsillo una cuchara de plata–: –¿Cómo lo has sabido?–; –muy sencillo, me lo ha dicho confidencialmente el propietario actual de la cubertería–.
Siempre liberal, como tu sitio, que yo amé y amo desde el recuerdo de quince meses en Camposoto. Compartíamos libertades y tertulias en la radio y televisión, cuando aún no habían surgido los pedorros y analfabetos que hoy copan sus platós y estudios. Vivimos tan apasionadamente aquellos años, respetando la opinión de los demás y no imponiendo las nuestras, que tu marcha es más que un vacío. Fuiste jefe de Redacción del diario «Madrid», el derruido, Director de «Cambio 16», Director de «Tiempo» y Director de Informativos de Antena-3. Al final, el nuevo periodismo de los incultos te maltrató.
Pepe Oneto, cañaílla, flequi, portador de las camisas y corbatas que peor se conjuntaban, inteligente, agudo, conversador genial, liberal y culto. Como andaluz, agnóstico el lunes y creyente el martes. Ofrécele la espalda al Gran Señor de España y Andalucía, pídele unos golpes de poniente, sube hasta los azules infinitos y espéranos en los altos para las tertulias eternas.
Aquí te lloramos y te queremos, formidable periodista, español rotundo, hermano cañaílla.
✕
Accede a tu cuenta para comentar