Opinión

El acosador del aire

Pablo Soto, dimitido concejal de Más Madrid por acoso a una militante de su grupete, tiene mucho peligro en la cabeza, pero no en su supuesta actividad de acosador de mujeres. Preguntó en las redes sociales si asesinar a Alberto Ruiz-Gallardón constituía delito. Para mí, que la operación contra Soto puede ser una farsa en la que el propio Soto es protagonista voluntario para lavar la imagen del grupo municipal nacido de Podemos. Pablo Soto padece de una enfermedad que lo mantiene impedido sobre una silla de ruedas. A ver cómo se acosa a una mujer joven y sana sobre una silla de ruedas. Apenas llega a los 45 kilogramos de peso, y para colmo, bebe más de la cuenta. Lo suyo no fue acoso, sino consecuencia del «in vino véritas» que tanto nubla las prudencias. Para acosar hay que tener capacidad de reaccionar o de perseguir a la acosada si ésta se opone al galanteo. Y Pablo Soto carece de esa capacidad. Por otra parte, la inflexibilidad de Rita Maestre y la del pelo cortado a lo hombre responde a un argumento mal escrito y precipitado.

Por lógica, un concejal que sirve para muy poco y bebe en demasía, es perfectamente sustituible. La excusa para fulminarlo por su gusto por acosar al aire, no tiene otro objetivo que el de hacer más ejemplar su sustitución. Solicitó a una compañera del grupete que lo acompañara al cuarto de baño. Ella accedió porque en Más Madrid la bondad humana, la caridad y la misericordia forman parte de su espíritu. Y Soto, que según propio reconocimiento, llevaba puesta una melopea como consecuencia de una excesiva dosis de alcohol para su capacidad de metabolizarla, se alegró de lengua y acosó a la infeliz compañera. Supongamos que sus palabras fueran directas y de sencilla interpretación. –Princesa, me encantaría echarte un polvo-. En tal caso, si el acosador mide 185 centímetros, acude al gimnasio y corre que se las pela, la acosada tiene todo el derecho a sentirse amenazada por un acosador activo. Pero si quien lo manifiesta resta sobre una silla de ruedas y está moña, la acosada puede elegir entre dos opciones. O decirle «déjate de bobadas», o con un «ahí te quedas», abandonar el cuarto de baño y olvidarse del asunto, sin necesidad de recuperarse del susto porque el susto es imposible en esas condiciones.

De Echenique se puede esperar lo peor, excepto un acoso sexual. Y lo mismo de Soto. Para mí, que en Podemos ha habido otros acosadores más peligrosos que el concejal de Más Madrid. Pablo Mezquitas deseó ver sangrar la espalda desnuda de Mariló Montero, y ahí lo tienen, celebrando el aniversario de la muerte de un violador profesional como fue el Ché Guevara, además de asesino y carcelero de homosexuales. Con 45 kilogramos de peso y en las condiciones físicas que la obligada quietud experimenta el cuerpo de Pablo Soto, se puede acosar a una fotografía, a un pensamiento o al aire, pero nada más. Y si por un exceso de licopodios, como denominaba mi amigo Luis a los brebajes alcohólicos, la prudencia desaparece y los deseos emergen, el acoso no puede pasar de las palabras, y las palabras no tocan, ni acarician ni proceden al fornicio. Extrañísima y contradictoria situación la que nos han querido poner como ejemplo los de Más Madrid.

Por buena y cara que sea una silla de ruedas –la de Echenique, por ejemplo, que le regaló la Seguridad Social que él estafaba sin haber cotizado jamás-, nunca podrá vencer a la carrera a una joven mujer que huye de las palabras. Y la silla de Pablo Soto no le llega a la de Echenique ni al cigüeñal. Se trata de una silla de gama media comparada con la Rolls-Royce del eximio argentino. Creo que se ha pasado de asustadiza la militante de Más Madrid con las palabras de un compañero botellín incapaz de llevar a un final feliz lo que ella ha interpretado como acoso machista. «¡Quietecitas las manos y no hagas tonterías!» oportunamente pronunciadas, son palabras que expulsan cualquier tipo de acercamiento o incomodidad. Esto responde a una operación de mercado, porque Soto, Pablo Soto, no está capacitado – y lo escribo con respeto y misericordia-, ni para acosar al aire.