Opinión
Los qataríes
Violencia extrema y multitudinaria para protestar contra una sentencia suavísima. De rebelión a ensoñación. Las condenas impuestas son las mínimas y para colmo, su cumplimiento está en manos de la Generalidad de Cataluña. Un par de meses más en el Gran Hotel de Lujo de Lledoners, y a la calle. No se esperaban la generosidad pactada con el Gobierno del Tribunal Supremo, y la reacción independentista ha sido desproporcionada y brutal, amén de cateta. Hoy, la tensión habrá descendido, si bien no es de esperar que los paletos que invadieron el aeropuerto del Prat, las estaciones del AVE, la Vía Layetana, el Paseo de Gracia y la Diagonal, se hayan detenido a leer la sentencia. Muchos salvajes ajenos a la sonrisa. Lo más folclórico y divertido, el comunicado oficial del Fútbol Club Barcelona, redactado con anterioridad a la publicación de la sentencia, y las palabras qataríes de los independentistas Xavi y Guardiola, amantes y embajadores de Estados brutales, medievales y y autoritarios hasta extremos inconcebibles en el siglo XXI. De acuerdo, son tontos, pero los tontos en ocasiones son mucho más peligrosos que los listos, si bien, en el fondo, no representan otra cosa que la clamorosa voz de la aldea, del paleto encorajinado, y del perdedor por sistema. Mentiras
Y trampas.
Decía un tal Buenafuente la noche de los líos, que había hablado con muchos vecinos de Madrid, no independentistas, y que le habían trasladado su preocupación. Conmigo, vecino de Madrid y nada partidario de la independencia de los paletos, no habló. En las cadenas de televisión y los programas de radio de las televisiones privadas, navegan los submarinos del independentismo con sueldos millonarios a modo de combustible. En Madrid, la gente no está preocupada, sino harta. Harta del tostón. Aquí no se habla del «problema catalán», sino del «coñazo catalán». De lo que no cabe duda, es que los tumultos provocados por los paletos, y las palabras de Torra y Torrent animando a los violentos, justifican la aplicación inmediata del Artículo 155 de la Constitución Española, aprobada en su día por el 93% de la ciudadanía catalana. Pero me voy por los cerros de Úbeda. Los internacionales españoles y barcelonistas elevados a los altares del club separatista, Guardiola y Xavi Hernández, han hablado desde Londres y Qatar. «Qatar es un país abierto y España un Estado autoritario» ha manifestado Guardiola, el suave. Y lo mismo Xavi Hernández, que vive en Qatar como si fuera un príncipe del petróleo. Guardiola fue embajador deportivo de Qatar y Xavi Hernández, Premio Príncipe de Asturias del Deporte, se forra en Qatar con los ojos cerrados, porque no es capaz de ver la brutalidad de los castigos medievales que se imponen a quienes rozan la túnica de Mahoma. Para uno y para el otro, España es un Estado autoritario. En el Código Penal de Qatar adquiere especial protagonismo el siguiente artículo: «Se aplicará la pena de muerte a cualquier persona que intencionalmente perpetre un acto que dañe la independencia del Estado o la integridad de su territorio». Es decir, que habrían estado de acuerdo con el Estado Español si éste, imitando el Código Penal de su querida «democracia» qatarí, hubiese aplicado la pena de muerte a los que, intencionalmente hayan perpetrado actos que dañan a su independencia y a la integridad de su territorio. Por dinero lo habrían aceptado. Junqueras, Puigdemont, Rull, Turull, Forn, Forcadell, todos ellos pasados por las armas o colgados en la horca como hacen con los homosexuales, por proclamar una República que no existe, por alimentar el odio a España entre los cretinos, por violentar la convivencia en Cataluña y por traicionar a la Corona y la Constitución. España, al contrario, ha buscado para esos delincuentes la sentencia más benigna, y en pocos meses estarán en sus hogares, todos ellos menos acogedores que el Gran Hotel de Lledoners, que algo malo tenía guardada la sentencia.
Hay que tomárselo a broma, no con preocupación. Un millón de paletos no puede terminar con el Estado más antiguo de Europa.
✕
Accede a tu cuenta para comentar