Opinión

A puerta cerrada

Alentada y avivada por los psicópatas de la Generalidad, Barcelona es hoy una ciudad vedada a la normalidad. Violencia y crispación. En esas condiciones, no se puede disputar el partido Barcelona-Real Madrid del próximo 26 de octubre, aunque Tebas, el amigo de Roures, confíe en la victoria del deporte sobre la mugre independentista. No se trata de un partido más. El Barcelona ha tomado claras posiciones de privilegio y publicidad internacional en el llamado «Proceso», y ha lamentado la suavísima sentencia del Tribunal Supremo que ha condenado a los golpistas presos a no comer langosta hasta dentro de tres meses. El Barcelona ha confirmado que todas las pancartas, banderas, lazos u otros símbolos separatistas serán admitidos en el «Camp Nou». Con ello, el independentismo se garantiza la proyección internacional del golpe de Estado, por cuanto un Barcelona-Real Madrid lo siguen centenares de millones de personas en todo el mundo. El ambiente será más que hostil, más que histérico, más que violento y más que inasumible. Y el Real Madrid no exageraría solicitando, o un aplazamiento del partido, o que éste se disputara a puerta cerrada, para evitar que los salvajes que hoy acosan, golpean y persiguen por las calles de Barcelona a quienes no piensan como ellos, abran la cabeza a los aficionados del Real Madrid que tengan la osadía de sentarse en las gradas del «Camp Nou» creyendo que cuentan con los mismos derechos que los espectadores de los reductos más violentos del club manifiestamente independentista. A ver qué árbitros se atreven ante esa masa enfurecida por una sentencia de aguachirle a dirigir el partido con justicia y equilibrio.El Real Madrid no puede hacer propaganda del independentismo, aunque sea involuntaria e indirectamente. Y menos aún, poner en riesgo la integridad física de sus jugadores y sus aficionados. Los dirigentes del Barcelona han demostrado que no son de fiar, y que mantienen extraordinarias relaciones con Omnium, la ANC y los CDR. Disputar ese partido en las actuales condiciones es tan arriesgado como evitable. Que se dispute cuando los golpistas salgan a la calle y puedan comer la langosta en sus casas.
De rebelión a ensoñación, qué plácido paseo. Los fiscales han calificado la sentencia de «albañilería jurídica», con toda suerte de ripios y cascotes utilizados para que no se desmorone el falso muro de sus cobardes resoluciones. Por ahí se ha movido Sánchez para influir en personas que creíamos íntegras y defensoras de la Justicia y la legalidad. Ripios y cascotes, repito, como se titulaba el mejorable poemario satírico del poeta republicano Luis de Tapia, el ripioso, según el propio Alberti. Me ha interesado sobremanera la reflexión del Catedrático de Derecho Constitucional Jorge de Esteban, publicada a doble página en el diario «El Mundo». Con elegancia, deja caer su mayor desprecio hacia los redactores y firmantes de la unánime sentencia: « Es una sentencia precocinada, que no puede contentar a los juristas decentes que hay en España». Es por lo tanto, una sentencia jurídicamente indecente redactada y firmada por magistrados alejados de la decencia. E insiste: «No es necesaria la violencia manifiesta para que haya rebelión, aunque sí la ha habido en Cataluña en estos meses». Y en estos días últimos, más que en estos meses. El 26 de octubre, a la vuelta de la esquina.
Los partidos de fútbol se disputan en igualdad de condiciones. Se han aplazado en muchas ocasiones por motivos infinitamente menos graves que los hoy imperantes en la Cataluña violentada por los independentistas. Disputarán el partido un club de fútbol visitante y una institución deportiva, política y decididamente amable con el independentismo aunque le deba su existencia al General Franco. Pero este detalle, quizá, no viene a cuento. Tebas defenderá lo que Roures decida, la Federación Española se acuclillará ante el poder del Barcelona, el Real Madrid viajará acomplejado, y centenares de millones de aficionados de todo el mundo seguirán desde sus hogares los pormenores de una concentración del independentismo violento a través de sus pantallas de televisión. El Real Madrid tiene que defenderse de los ensoñadores, y exigir el aplazamiento de la encerrona.