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Opinión
Hamburguesa-Gin
Con las hamburguesas del restaurante «¡Válgame Dios!» hay que tener mucho cuidado. Se suben a la cabeza y la melopea dura dos o tres días. Son hamburguesas condimentadas con ginebra, orujo de Potes, tequila de Tamaulipas, y licor húngaro. A Marlaska no se le ha ido la moña. Barcelona se incendiaba, los CDR de Torra asaltaban un supermercado de Mercadona, Cayetana Álvarez de Toledo, valiente y formidable, se encaraba con un grupo de bestias que le deseaban la muerte. Se terminaba de suspender el partido Barcelona-Real Madrid. Las marchas provincianas invadían la Capital del Principado, las agresiones se multiplicaban, los turistas no podían visitar la Sagrada Familia – detalle a agradecer-, autopistas cortadas por energúmenos, cargas de señoritos con adoquines y ácidos destinados a los antidisturbios, clausura del Liceo, y Marlaska anunciando al mundo que «Barcelona se puede visitar con plena normalidad». Me recuerda al periodista de los primeros años de «As» encargado de escribir la crónica de un partido de Tercera División entre el Alcobendas y el Salamanca, que en aquellos tiempos jugaba en tan deprimida categoría. Decía así: «A los diez minutos, Betanzos del Salamanca, derribó y mordió la oreja de Francis, del Alcobendas, siendo amonestado por el árbitro. En la jugada siguiente, fue Francis el que agredió a Betanzos, causándole una profunda herida en el muslo izquierdo. Como es de suponer, también fue severamente amonestado por el trencilla, señor Cancio Limón. A los 27, tuvo que abandonar el terreno de juego en camilla López, del Salamanca, después de haber sido golpeado por el masajista del Alcobendas. El delantero Porfirio, del Alcobendas, recibió un codazo del portero del Salamanca, y se fracturó el tabique nasal. En el minuto seis de la segunda parte, el colegiado Cancio Limón, decretó la pena máxima contra el Alcobendas, y se vio obligado a expulsar, después del lógico barullo que se formó, a Sanchidrián, Gozálvez y Luis del Salamanca, y a Cotarelo y Fermín del Alcobendas. Chuchi marró el disparo y el encuentro finalizó con empate a cero. Encuentro en fin, disputado con gran deportividad, ante un público ejemplar, por todos los jugadores». Para mí, que el cronista de este encuentro, debe llevar entre sus cuatro primeros apellidos, un Marlaska.
A partir de ahora, en Madrid, se dice «voy a hacer un Marlaska» cuando no se tiene ni puñetera idea de lo que sucede, y en caso de tenerla, no es cosa de reconocerlo. De igual modo que «hacer un Marchena» es sinónimo de decepción. Se lo dijo un enamorado novio a su prometida, que terminaba de confesarle que se había acostado con su compañero de colegio Romualdo. – Pues te vas con Romualdo. A mí no me haces otro «Marchena»-.
El «Marchena» se puede llevar a cabo con absoluta sobriedad, en tanto que el «Marlaska» es más de borrachines. Decir que en Barcelona no sucede nada de nada, que todo se desarrolla con normalidad, cuando hay un presidente de la Generalidad que habla con los terroristas, una alcaldesa que prohíbe a la Guardia Urbana enfrentarse a los salvajes de CDR, una ciudad ocupada por el terror tractoriano, unas calles violadas por entrenadas masas de animales, y unos daños catastróficos, humanos y urbanos, y afirmar que todo es normal y no hay motivos para alarmarse, es consecuencia de una excesiva acumulación de alcohol en la sangre. Según Marlaska, sólo se ausentó una hora de su despacho para degustar la hamburguesa de «¡Válgame Dios!». Conclusión. O las hamburguesas del restaurante de Chueca se condimentan con fuertes y diferentes licores, o hay que vaciar el mueble-bar del despacho de Marlaska. Pero bien, lo que se dice bien, en su sitio y con la cabeza clara, Marlaska no está. Prueba de ello es que no se atreve a visitar y animar a las reducidas Fuerzas de Seguridad del Estado que dan la cara mientras él lleva esta gravísima situación pre-terrorista, con el culo, que es frase hecha y lugar común. Por su cobardía o por los intereses, no del todo distanciados de los objetivos de los golpistas, de su Presidente del Gobierno.
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