Opinión
Estado transitorio y criptonita
Uno de los líderes secesionistas más locuaces defiende que ser «independentista es un estado transitorio», que identifica con los objetivos de la izquierda, más y menos radical. Una transición hacia una arcadia colectivista, sin duda muy alejada del país al que aspiraban quiénes, durante años y desde una teórica centralidad –mayoría social–, fomentaron el nacionalismo y luego el independentismo. Las noches violentas, nada espontáneas, tras la sentencia del «procés», son también el final de la ilusión. Nada es casual. En las redes sociales, los más radicales insistían en que «la Rosa del Foc no claudica», alusión a la Barcelona de la Semana Trágica de 1909. Las provocaciones en busca de una represión que instrumentar son obvias y, en vísperas de unas elecciones, han atrapado al Gobierno de Pedro Sánchez que, cuando las convocó también calculó –quizá mal– los réditos de una administración hábil de la decisión judicial.
Jesus Pabón, catedrático de Historia Moderna, publicó –nada menos que en 1952– una biografía de Cambó, más actual que nunca. Descatalogada, aunque es posible obtener ejemplares de segunda mano, es una historia de Cataluña del periodo 1875-1936. Tres volúmenes apasionantes, que aportan pistas sobre los sucesos actuales. «La acción por la acción –escribía Pabón– es una de las formas de nihilismo. Si se quiere, un nihilismo a la inversa. Se habrá dado o podrá darse en un extremismo revolucionario. Pero es imposible en toda política positiva y normal». Pabón recuerda cómo Cambó, en 1907, en el Congreso de los Diputados, decía que «el separatismo en los pueblos es como el suicidio en los individuos: es un acto de desesperación, casi de irresponsabilidad». El «procés» terminó con la sentencia Marchena y el fanático, iluminado y conservador –sí, conservador– Quim Torra, como ya tenía previsto, abrió la espita de la desesperación, sin medir las consecuencias y siempre renuente a condenar la violencia, sin olvidar a Ada Colau, la reina de la ambigüedad. Cuanto mejor, peor, aunque el presidente fantoche de la Generalitat quizá olvida que las revoluciones son imposibles sin la complacencia de una burguesía que luego es devorada por sus propias criaturas. Los violentos, y quienes los jalearon y toleraron no ganarán. Ni tan siquiera lograrán una Semana Trágica del siglo XXI, pero sí han acabado con muchas ilusiones y han colocado a Cataluña al borde del precipicio. Para nada. Lo escribió Cambó en su libro «Per la concòrdia»: «El separatismo es una empresa imposible de lograr e imposible de mantener aunque se lograse». Quizá por eso el líder «indepe» cree que es «un estado transitorio».
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