Opinión

Pacífica basura

He leído la bella y metafórica calificación de una chica de la televisión refiriéndose al placer de aglomerar bolsas de basura en las calles de Barcelona. La emisora de tan preciosa y precisa oración se llama Cristina Pardo, y me han contado los que se dedican a perder el tiempo siguiendo los debates televiseros, que es una mujer aguda, acerada, simpática e incisiva. No la conozco ni personalmente ni a través de la pequeña pantalla, cuyo encendido en mi casa resumo en tres frentes. La berrea de los venados, la agresividad del pulpo venenoso de Australia y las derrotas del Real Madrid de Pérez, que tanto me hieren. Como está demostrado que nada puedo hacer por evitar el desmoronamiento madridista, me quedo con los pulpos y los venados y tan feliz. En la siesta, si tengo oportunidad de disfrutarla, busco en los canales temáticos de caza y pesca algún reportaje sobre la pesca de la trucha en un río, o de carpas en pantanos, y a los tres minutos mi cielo se oscurece y entro en la dormidera.

El pasado sábado se reunieron en una calle de Barcelona centenares de independentistas para regalar al mundo imágenes de paz. Depositaban bolsas llenas de basura en la calzada. Lo hacían entre sonrisas y zalemas. Aquello tenía que oler muy mal, pero es sabida la vigorosa facilidad que tienen los independentistas para superar los malos olores y los desbarajustes históricos. El mensaje es la paz, y Cristina Pardo no desaprovechó la ocasión de elogiar la pacífica acumulación de porquería en las calles de Barcelona. Y ahí surgió, inesperadamente, su rayo poético y metafórico, que he leído en las llamadas redes sociales: «Los manifestantes están lanzando basura de manera pacífica».

Releída tan bella frase revestida de información, me sentí inferior a los manifestantes que tanto emocionan a Cristina Pardo por lanzar la basura de manera pacífica. Yo lo hago, cuando me toca el turno, con bastante asco. Y deposito en los artilugios receptores de basura las bolsas con agresividad y antipatía. Estoy deseando deshacerme y alejarme de sus hedores. La basura me repugna, y no he conseguido aún mantener con los desperdicios una charla que nos lleve a un final dichoso. Entiendo que el manifestante independentista catalán prefiera ser pacífico con la basura que con la mayoría de los catalanes. Pero algo es algo. Después de los incendios, los salvajes ataques a las Fuerzas del Orden –un policía nacional se debate ahora mismo entre la vida y la muerte–, de los saqueos a los comercios, de los destrozos del mobiliario urbano, de los insultos histéricos y de las estrategias de guerrilla urbana perfectamente estudiadas por los señoritos del Ensanche y de Pedralbes alentados por Torra, bueno y conveniente resulta que al menos lancen pacíficamente las bolsas de basura. La basura se lo agradecerá. Más que lanzarlas, posan las bolsas unas por encima de otras, con dulzura y respeto. Y esa muestra de civilización pacifista, porque son gente de paz sin duda alguna, ha pasado inadvertida a los profesionales de TV3 y de la radio RAC-1, pero Cristina Pardo lo ha tomado al vuelo, y nos ha ofrecido la paz de las basuras con una generosidad apabullante. Propongo su nombre a la candidatura del «Premio Carles Sastre de la Paz» 2020. Como recordarán los lectores, Carles Sastre organizador de los tumultos de estas últimas jornadas, acopló pacíficamente al cuerpo del empresario José María Bultó Marqués, con la ayuda pacífica de Alvar Valls Oliva, Montserrat Tarragó y Josep Lluis Pérez, un artefacto explosivo que al explosionar hizo añicos el cuerpo de la víctima. Hoy, Carles Sastre, pacífico como las bolsas de basura, es un catalán respetado y querido por los pacíficos manifestantes que posan sus desperdicios hogareños, muy pacíficamente, en las calles de Barcelona.

Creo que los catalanes no independentistas y el resto de los españoles estamos a años luz en pacifismo respecto a los independentistas que miman a las bolsas de basura. Hay que reconocer los hechos irrefutables. No conozco a Cristina Pardo, pero la felicito.