Opinión

Vivir en la calle

Mientras nuestros políticos se siguen peleando por sus propios intereses, en nuestro país hay más de cuarenta mil personas que no tienen casa. Es decir, que están en la puta calle. Es tremendo pensar que las cifras de desamparados suben y suben, un diez por ciento desde 2016.

Y no, ya no son solo personas con alguna enfermedad. Actualmente hay muchos jóvenes sin trabajo, mujeres y hombres solicitantes de refugio y asilo, y familias enteras cuyo hogar se destruyó. Ahora solo les pido un ejercicio de empatía. Imaginen, sientan por un momento que por unas razones u otras se quedan sin recursos para pagar hipoteca o alquiler. Ahora imaginen que no hay nadie que les pueda echar una mano y que, a pesar de su desesperada búsqueda, su techo se queda ahí y usted tiene que irse a la intemperie. Imaginen despertar en la calle, o en un albergue.

Sientan el frío, la soledad, la oscuridad. Imaginen tener que ir a desayunar a un comedor social, sin poder lavarse ni cambiarse de ropa. Imaginen el deambular por las aceras durante el día, o sentarse en el banco de cualquier parque y ver cómo pasa la gente corriendo y sin mirarlos.

Imagine sus recuerdos. Imagine tener que solicitar ayuda de todo, para todo. Imagine la vergüenza ante ciertas personas que le conocieron antes, cuando tenía refugio, trabajo, estufa y ducha, entre otras cosas. Imagine si se entera su familia, o quizá lo saben y no pueden hacer nada. Imagine que no tiene familia. Imagine la lluvia sin techo, y ese dolor de vientre sin retrete, o ese gesto triste de una niña que pasa y le mira. Imagine.