Opinión

Hacen campaña, pero es "sexo"

Groucho Marx es una fuente inagotable de citas provocadoras, algunas apócrifas, por cierto. Una de las más famosas es una pregunta: «¿Por qué lo llamamos amor cuando queremos decir sexo?». Políticos de todos los partidos, en campaña electoral, parafrasean sin rubor, una y otra vez, las palabras del gran cómico americano. «Estudiaremos armonizar los impuestos autonómicos» ha sido una de las cantinelas más repetidas por los candidatos socialistas, desde el propio Pedro Sánchez a María Jesús Montero, ministra en funciones de Hacienda, que aspiraba a esa vicepresidencia que será, si gobierna el PSOE, para Nadia Calviño, con mejor cartel en los mercados. Hablan de «armonizar», pero quieren decir «subir» impuestos. La misma Calviño, después del varapalo de Bruselas al reducir las previsiones de crecimiento del PIB español, señala que «las proyecciones de la Comisión Europea están alineadas con las del Gobierno», es decir, equipara «alineación» con «bajada». La práctica es tan habitual que hasta Vox, el partido de Abascal, que presume de llamar a las cosas por su nombre, sucumbe a la tentación, por ejemplo, en sus «100 medidas para España». Propone reformar el sistema electoral «para que los diputados respondan ante los electores y no ante los partidos políticos. Por eso, una parte de los diputados serán elegidos en distrito único nacional», cuando lo que quieren decir es que los elegirá la dirección del partido, que es quien haría la lista de ese distrito único. Unidas Podemos, Ciudadanos, el PP y también «indepes» y nacionalistas de todo pelaje y condición hablan de «amores» políticos –cada uno a su estilo– cuando quieren decir «sexo», pero no se atreven.

Los nervios, mientras, suben en la recta final de la campaña, porque la incertidumbre es enorme. Las encuestas que manejan los estados mayores de los partidos no son concluyentes, aunque coinciden en que el PSOE baja, Vox crece, Cs se despeña y el PP mantiene la subida con la que partía. Las dudas, además, generan rumores tan catastróficos como interesados y sin fundamento, como el que afirma que Sánchez podría anunciar una medida espectacular –todo un aldabonazo, con el artículo 155 o la Ley de Seguridad sobre la mesa– la madrugada electoral si hubiera disturbios importantes –y televisados– en Cataluña que amenazaran la normalidad de la jornada electoral. Sánchez, por otra parte, tuvo un problema con el subconsciente y la teoría marxista, porque aunque rectificó y explicó que la Fiscalía es independiente del Gobierno, él pretendía decir «amor» pero dijo «sexo».