Opinión

La Princesa

Tuve la suerte de asistir como invitado a la décima edición de los premios Princesa de Girona, presididos por la familia real, con una nutrida presencia institucional del estado y más de 1.400 asistentes, así como la manifiesta ausencia del govern de la Generalitat y de la alcaldesa Colau.

El acto fue sencillo, dinámico, integrador y emocionante. Bien dirigido por los jóvenes premiados en anteriores ediciones y con un claro protagonista, la princesa Leonor. La heredera de la Corona, como hizo el rey Felipe VI, empezó su discurso en castellano y la segunda parte íntegramente en catalán, con un acento perfecto y una entonación bellísima que muestra un estudio de la lengua desde hace mucho tiempo. Lo que señala la inteligencia de la casa real en saber crear el relato a favor de la unidad de España con complicidades y cariño hacia la lengua catalana, por ende, española.

«Desde pequeñas, a mi hermana, la infanta Sofía, y a mí, nuestros padres siempre nos han hablado de Girona y de Cataluña siempre con verdadero afecto. Gracias a ellos, sabemos muchas cosas de la historia y la cultura catalanas», palabras que pronunció Leonor de Borbón y que provocó un entusiasmo generalizado entre los asistentes al acto.

Sin embargo, no todo fue bonito ni positivo en la jornada del pasado lunes en Barcelona. Miles de vociferantes y agresivos separatistas se manifestaban en los aledaños del «Palau de congresos de Barcelona», con la intención de impedir y amedrentar a los asistentes al evento, y es que ejerciendo el constitucional derecho a pasear libremente muchos asistentes fueron cobardemente agredidos por una turba liderada por representantes del govern de la Generalitat.

Muy grave fue el acoso, protagonizados por los violentos CDR, y amparados en buena medida por los medios públicos catalanes que incitaban a asistir al escrache. En mi caso, acompañado por mi mujer, recorrí los 1.000 metros que separaban el parking, donde civilizadamente dejé mi coche, hasta el lugar del acto, rodeado de cientos de «personas» que deseaban mi muerte. Insultos, patadas, escupitajos y burlas se multiplicaron y pude comprobar como también lo dirigían hacia otros muchos invitados, que ante el tamaño del acoso decidieron, prudentemente, retirarse. Y toda esa turba agresiva estaba liderada por Ernest Maragall, la diputada de JxC, Miriam Nogueras, y entusiásticamente aplaudida desde su escondite de twitter por el nuevo hombre de estado, Gabriel Rufián. Personaje que se pasea libremente por los despachos del estado español, exhibiendo su sonrisa de matón.

Catalunya vive su momento rufianesco, la banalización de la violencia en manos de personas sin formación, ni cultura y que aparentan ser representantes de las esencias patrias.

La infanta Leonor terminó su discurso: «Como princesa de Girona quiero honrar la fundación como se merece y llevar su nombre con orgullo por toda Cataluña, por el resto de España y por todo el mundo, para que todo el mundo sepa que ocuparse de los jóvenes, de su formación, de que tengan más oportunidades es contribuir a tener un futuro mejor para todos».

Leonor, la reina de Catalunya, la princesa de España.