Opinión
Entre Gettysburg y Galapagar
Jean François Revel, en una de sus críticas más feroces, lúcidas y actuales al comunismo, escribió que «la primera de todas las fuerzas que mueven el mundo es la mentira», algo que podría suscribir Pedro Sánchez. Su capacidad para desdecirse sin pestañear es infinita. Ayer, sin ir mas lejos, arrumbó su anuncio, en el debate televisado, de recuperar el delito de convocatoria referéndums ilegales. Sánchez podría esgrimir el precedente del idolatrado alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, un gran cínico que habría dicho que «las promesas electorales están para no cumplirse», aunque quizá sea más leyenda que realidad. Alonso Puerta, teniente de alcalde de Tierno, habría matizado que lo que dijo el llamado «viejo profesor» fue que «se dice que las promesas electorales están para no cumplirse, pero yo le digo a usted que las cumpliremos.»
La génesis del pacto Sánchez-Iglesias, dos personajes que se aborrecen, deja todavía demasiadas incógnitas pendientes. El Maquiavelo de la Moncloa ha sido hábil y veloz, pero también ha dado oxígeno a un Iglesias –lo ha convertido en triunfador– que había vuelto a tropezar en las urnas y que estaba lejos de «asaltar los cielos». Ahora, la clave es «¿quién engañará a quién?», apuntan socialistas asombrados ante un Gobierno PSOE-Podemos, pero que buscan encontrar un hueco –o conservar el que tienen– en el nuevo escenario.
«Con Iglesias, sí», gritaban grupos congregados a las puertas de Ferraz cuando ya se conocía el magro resultado electoral. En abril reclamaron que «con Rivera, no». Nada es casual ni espontáneo y menos con un secretario de Organización como José Luis Ábalos. Sánchez ha trocado el debate interno, siempre incierto en el PSOE, por unas brigadillas bien aleccionadas. La leyenda atribuye a Abraham Lincoln la afirmación de que «puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». No hay constancia, sin embargo, de que la pronunciara. Por supuesto, no figura en su discurso más famoso, el de Gettysburg, en homenaje a los soldados muertos en aquella batalla. Sánchez, doctorado en resistencia, cree que puede controlar la conexión Moncloa-Galapagar, el polémico lugar de residencia de Iglesias, también doctor y más leído, y salir airoso. Lincoln tampoco lo dijo, pero la historia está repleta de líderes capaces de engañarse a sí mismos. Hoy viernes, Moody’s revisa el rating –solvencia– de España con el pacto Sánchez-Iglesias al fondo. Entre Gettysburg y Galapagar. ¡Ojo!
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