Opinión
Lejana Asia
Mañana Francisco emprende un viaje de siete días a Tailandia y Japón desde donde regresará a Roma el 26 de noviembre. Para llegar a esos dos lejanos países asiáticos pasará volando treinta horas entre Roma, Bangkok, Tokio, Nagasaki e Hiroshima. Un extraordinario esfuerzo físico para un hombre a punto de cumplir ochenta y tres años y para los periodistas que le acompañamos. En Tailandia y Japón el número de católicos no llega al uno por ciento de la población: 0, 59 % en el reino tailandés y 0,42 % en el imperio japonés. La pregunta se impone: ¿qué es lo que mueve a este Papa a visitar ambos países mientras otros mayoritariamente católicos le esperan desde hace años? Lo ha explicado él mismo en numerosas ocasiones: su predilección por las periferias, por esas zonas del mundo donde el mensaje del Evangelio no ha llegado o no se ha difundido lo suficiente. Pero, además, en este viaje Bergoglio va a insistir en los dieciocho discursos que espera pronunciar en algunos temas que le preocupan de manera especial: la paz en el mundo, el desarme nuclear, el desarrollo solidario, el diálogo entre las grandes religiones, la abolición de la pena de muerte, la inculturación del Evangelio. Tampoco hay que olvidar que apenas entrado en la Compañía de Jesús el novicio argentino pidió ser enviado como misionero a Japón, petición que sus superiores rechazaron a causa de su deficiente salud. Especialmente intensa será la jornada del domingo 24 durante la cual visitará las ciudades de Hiroshima y Nagasaki; la primera fue bombardeada el 6 de agosto de 1945 con la «litle boy» – sarcástica denominación de la bomba atómica – y tres días después la segunda. En Nagasaki Francisco lanzará su esperado mensaje contra las armas nucleares.
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