Opinión
Presidente derrotado, España en riesgo
Pedro Sánchez no puede imponer su candidatura al Partido Popular y a Ciudadanos utilizando a España como rehén. La responsabilidad es absolutamente suya y las consecuencias de lo que suceda, también.
Mañana, jueves, la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, y el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, abrirán la primera ronda de negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Ese mismo día, otro de los apoyos que necesita el presidente del Gobierno en funciones para mantenerse en La Moncloa, el PNV, votará en el Parlamento de Vitoria junto con los proetarras de Bildu una moción política que supone, lisa y llanamente, el reconocimiento de la autodeterminación del País Vasco, mediante la vía del derecho a decidir.
En la misma línea de presión, los socialistas de Navarra han tenido que apoyar una moción de Bildu que exige la reagrupación de los presos etarras, por supuesto, sin contrapartida alguna por parte de unos asesinos que se niegan a colaborar con la Justicia en el esclarecimiento de sus crímenes, mientras la Cámara catalana aprobaba una resolución contra la Monarquía y por la autodeterminación, reiteradamente prohibida por el Tribunal Constitucional.
Y sobrevolando este escenario desolador, ayer, resonaban las palabras, no exentas de verdad, del negociador separatista Rufián: «Como es un Sánchez derrotado, se le puede sentar a hablar» y «somos un partido que pone y quita gobiernos». En efecto, desde los nacionalismos periféricos se ventea la debilidad de un futuro Gabinete de España sin los apoyos parlamentarios suficientes y, además, condicionado por sus socios de coalición, Unidas Podemos, para aprobar unos Presupuestos Generales expansivos en el gasto público que cubran su programa populista. Se puede especular sobre hasta qué punto estaría dispuesto ERC a estirar la cuerda –los de la Esquerra no pierden de vista la posibilidad de que se adelanten las elecciones autonómicas en Cataluña, conscientes de que un pacto con el PSOE les perjudica frente al partido de Carles Puigdemont–, pero se nos antoja un ejercicio inútil porque, en cualquier caso, el precio que se verá obligado a pagar Pedro Sánchez por su investidura y, luego, por la estabilidad parlamentaria, será inaceptable para la dignidad de la democracia española y para los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos.
Esta situación de riesgo no puede obviarse por más que desde el PSOE y desde la extrema izquierda de Pablo Iglesias se promueva un proyecto de Gobierno que, en realidad, sólo se sostiene desde un pueril voluntarismo. Porque la caída en votos y escaños sufrida por las dos formaciones que intentan armar el futuro Ejecutivo no ha hecho más que reforzar la posición de fuerza de los nacionalismos lo que, en pura lógica política, significa mayores exigencias.
Existen, por supuesto, otras opciones que el candidato socialista debería explorar y que, desde luego, no pasan por lanzar globos sonda sobre una repetición electoral que, en cualquier caso, no cambiaría decisivamente el escenario. Con una advertencia. Que Pedro Sánchez no puede imponer su candidatura al Partido Popular y a Ciudadanos utilizando a España como rehén. La responsabilidad es absolutamente suya y las consecuencias de lo que suceda, también. Por otra parte, conviene tenerlo presente, los electores castigaron en mayor medida a los partidos que, en la percepción general, provocaron la repetición de las elecciones y nada indica que no vuelva a ser así. Comprendemos las dificultades objetivas del presidente del Gobierno en funciones, que, además, ha comprometido el voto de su militancia, para desdecirse del acuerdo con Podemos y buscar apoyos en el centro derecha, pero parece la mejor salida a la actual situación de bloqueo y creemos que sería perfectamente factible. Y, sobre todo, evitaría pagar a los separatistas un precio inasumible para el futuro de España.
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