Opinión
El susto y los límites del PNV
El PNV, que es y ha sido siempre de derechas, aunque intenta enmascararlo, está decidido a facilitar el Gobierno radical del PSOE-Unidas Podemos, Sánchez-Iglesias. Los líderes peneuvistas, desde el lendakari, Íñigo Urkullu, hasta el presidente del partido, Andoni Ortúzar, y también el portavoz parlamentario Aitor Esteban, sostienen que esa opción es la menos mala o la que más les conviene ahora, mientras –a río revuelto, ganancia de pescadores y para que Bildu no les robe más clientela joven– defienden ejercer la autodeterminación, «pero no de forma unilateral». En privado y en sus círculos bilbaínos, más permeables y receptivos que los catalanes a otras influencias, los líderes del PNV admiten que están horrorizados ante el escenario del Gobierno de Sánchez con Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros porque, entre otras cosas, ellos también están convencidos de que habrá dos Gobiernos, el del PSOE y el de Unidas Podemos, que no albergan ninguna duda de que competirán entre ellos y que el resultados puede ser explosivo.
El PNV, como lo ha hecho desde hace muchos años, pero sobre todo en los últimos tiempos con Rajoy y con el propio Sánchez, negociará con dureza, aunque con menos tensión que ERC. Los jefes del PNV no tienen ninguna duda de que, al final, Junqueras y Rufián encontrarán la manera de permitir la investidura de Sánchez con el menor coste para ellos y que, entonces, los votos o la abstención del PNV es imprescindible. Descartan las terceras elecciones porque «son un disparate». «Además –comentan–, el PSOE podría bajar más y ERC también». Cuando llegue su momento, el PNV pondrá precio a su apoyo, como siempre, y en esta ocasión también planteará una serie de «líneas rojas» que, en definitiva, mitiguen el susto que tienen los líderes peneuvistas y una buena parte de su clientela, conservadora, digan lo que digan. El PNV exigirá una política exquisita con la industria vasca, lo que incluye Iberdrola, uno de los grandes contribuyentes a la hacienda vasca y que, con un accionariado dominado por fondos de inversión internacionales, podría impulsar una deslocalización, aunque fuera parcial, si la presión fiscal se desborda. El PNV, además, también está en contra de una armonización fiscal en las Comunidades Autónomas. La situación especial vasca ya chirría en Bruselas y con una armonización –sea una subida de impuestos o no– sería todavía menos defendible y en el PNV nadie piensa, como Torra, en «altos niveles de sacrificio», porque serían sacrificios económicos. Susto y límites del PNV.
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