Opinión
El zoco catalán y el salvador del dólar
Pedro Sánchez tiene prisa, pero debe ser paciente, como los niños que ya aguardan los regalos de Santa Claus o de los Reyes Magos. Todo a su tiempo le dijo ayer Marta Vilalta, secretaria general adjunta de ERC, el partido de Junqueras que regatea en el zoco catalán algo más que el precio de facilitar –y cuándo– la investidura del líder del PSOE. El inquilino de la Moncloa debería repasar «Eugenia Grandet», de Balzac: «Todo poder humano se forma de paciencia y de tiempo». Los «indepes» catalanes están condenados a dejar bien instalado a Pedro Sánchez. Les conviene a todos, porque incluso a Puigdemont le irá mejor con un Gobierno dependiente de Iglesias –y de Ada Colau– y de Junqueras, que con otro sustentado en un pacto de Estado entre socialistas, populares y lo queda de Ciudadanos. Sánchez también amaga con un acercamiento a Inés Arrimadas, pero es solo una finta táctica para apremiar a ERC en el zoco catalán en el que los asuntos económicos no figuran, que se sepa, en las conversaciones entre socialistas e «indepes». Tampoco estuvieron en el abrazo Sánchez-Iglesias, porque solo pactaron sillones ministeriales, que es lo que le urge al líder podemita. Luego, ya veremos.
Marta Vilalta dice que no se puede negociar con prisas, pero hay actividad más allá del zoco catalán, que no es una isla. Ayer, la OCDE confirmó que la economía española es ahora la que más se frena de Europa, solo aventajada por las Estonia y Eslovenia, mientras que la alemana repunta algo. El Rey inicia sus consultas con 19, ¡nada menos!, en una semana económica muy intensa. En Washington, la Reserva Federal que preside Jerome Powel –equivalente USA del BCE–, debate si mantiene los tipos de interés entre el 1,5 y el 1,75%. Trump presiona para que los bajen, pero si esa reducción llega será en 2020. En Frankfurt, Bankfurt, como dicen muchos, Christine Lagarde presidirá su primer consejo en el Banco Central Europeo (BCE). Quiere relajar el objetivo de inflación, pero está lejos de tener unanimidad. No es evidente que algo más de inflación sea mejor. Fue la gran batalla de Paul Volcker, fallecido el domingo, presidente de la Reserva Federal entre 1979 y 1987. Elegido por el demócrata Carter, lo confirmó el republicano Reagan. Volcker tuvo que lidiar con una inflación en Estados Unidos de casi el 15%, insólita en aquel país y herencia de los dispendios de Johnson y del caos de Nixon. Volcker fue, hace 40 años y en América, el precursor de Draghi. Hizo «lo que tenía que hacer» para salvar al dólar. Combatió la inflación y tuvo éxito. El tratamiento fue doloroso, pero la mejoría fue espectacular y duradera. Ahí están los resultados y el ejemplo, por si alguien lo sigue. En la Moncloa, Sánchez, impaciente con el zoco catalán, repasa al cubano José Martí: «Esperar es una manera vencer».
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