Opinión

La deuda no es comida gratis

Pedro Sánchez sigue concentrado en su investidura que, ahora, también incluye que no haya ningún disgusto en el Barça-Madrid del miércoles. Todo lo demás es secundario par el inquilino de La Moncloa. También la deuda pública. España, este año, incumplirá el compromiso adquirido con las autoridades de Bruselas de reducir la deuda pública hasta el 95,9% del PIB. En septiembre, según los últimos datos hechos públicos por el Banco de España, la deuda de las Administraciones Públicas representaba el 97,8% del PIB, o lo que es lo mismo, 1,207 billones de euros, con «b» de barbaridad. La ministra Calviño presumirá de que un año antes, ese porcentaje era del 98,8. Supone un descenso de un punto, pero en valores absolutos ha aumentado 30.000 millones de euros. Los datos del Banco de España también indican que en el último año, la deuda de la Seguridad Social –paga las pensiones y el desempleo, pero no la sanidad– aumentó nada menos que un 50,4% al pasar de 34.863 a 52.445 millones de euros, tres veces más que hace tres años. Nada anuncia cambios en el horizonte. La única manera de reducir la deuda es que el Estado tenga superávit y no está en la hoja de ruta del próximo Gobierno. (Entre paréntesis, el anterior Ejecutivo tampoco es un ejemplo). Hay otra fórmula, pero es artificial. Consiste en que el PIB crezca mucho más. Habría menos porcentaje de deuda, pero en valores absolutos incluso podría aumentar.

Hay economistas que defienden, en un entorno de tipos de interés negativos, que los países podrían endeudarse hasta el 150% del PIB, como Japón. Para España supondría la friolera de 1,8 billones de deuda. El problema, como apunta Kenneth Rogoff, son los riesgos, por ejemplo, para los pensionistas actuales y futuros que, en el fondo, son «tenedores de deuda subordinada de los Estados», que un día podrían no tener cómo pagarla y verse obligados a realizar una quita, en forma de reducción de pensiones. En España el peligro llegaría tras el primer tercio del siglo XXI. Rogoff fue el autor, al inicio de la Gran Recesión, junto con Carmen Reinhart, de «Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera». El libro analizaba la historia de las quiebras de los Estados y explicaba que los políticos siempre dijeron, en cada época, que esta vez sería «diferente». Nunca no lo fue. Ahora, Rogoff recurre a una expresión inglesa, «no hay comida gratis», para advertir que la deuda pública, además de un riesgo elevado, no es gratis. No es probable que muchos le escuchen. Tampoco en España.