Opinión
Tagle
En su centenaria historia Filipinas ha tenido el honor de contar con dos eminentes cardenales: Jaime L. Sin elevado a la púrpura por Pablo VI en 1976 dos años después de haberle nombrado arzobispo de Manila y Luis Antonio Tagle que preside la archidiócesis de la capital filipina dese el 2011 y se incorporó al colegio cardenalicio pocos meses después por decisión de Benedicto XVI. El 8 de diciembre el Papa Francisco le ha nombrado Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos un puesto siempre importante pero que está llamado a convertirse en el número uno de la Curia Romana cuando se cumplan las previsiones de la reforma del gobierno de la Iglesia con la nueva Constitución «Praedicate Evangelium»; en efecto este dicasterio está llamado a ser el primero de todos los «ministerios» de la Iglesia universal por encima de la Congragación para la Doctrina de la fe. Pero su nombramiento se presta a diversas lecturas. El Santo Padre ha querido ofrecerle un cargo que le hará conocer la complejidad de la Curia. Decisión que puede en cierto modo evocar la que tomó Juan XXIII cuando nombró arzobispo de Milán al Cardenal Montini que había pasado toda su vida en los pasillos vaticanos. Es aventurado hablar de un delfinado pero a algunos así lo han presentado.En segundo lugar los padres el cardenal Tagle eran chinos y el purpurado ha visitado en más de una ocasión el inmenso país asiático. Este es hoy el objetivo prioritario de la acción evangelizadora de la Iglesia y, como es de suponer, se convertirá en uno de los ejes de acción del nuevo Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Tagle es, además de un experimentado pastor, un hombre sencillo y muy simpático que ha declarado que Asia no es un continente impermeable al cristianismo. Basta saber dialogar porque –dijo «cuando los hombres saben dialogar caen los muros».
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