Opinión

Elsa, preciosa

Hace unos días, Elsa fue a la Asamblea de Extremadura para hablar con los políticos. Elsa tiene el pelo largo y una voz suave de ocho años femeninos. Sin embargo, a ella le asignaron el sexo de varón cuando nació. Tenía genitales masculinos. Muy pronto se dio cuenta de que se sentía niña y que no quería jugar al futbol, ni manejar metralletas de plástico, ni llevar pantalones por obligación. A Elsa le gustaba ponerse tacones y soñar con hadas. Tuvo suerte, sus padres lo vieron enseguida y, en vez de forzarla a actuar como un varón, la escucharon con todos los sentidos. Ese niño era una niña y quería llamarse Elsa. Y Elsa fue. Desde ese momento, según dice ella, comenzó su camino de la felicidad. Por fin empezó a mirarse en el espejo y reconocerse. Su madre, valiente, asumió la nueva identidad sexual de su criatura y le prometió que todo iba a ir bien. Nada de negar la evidencia; en el pueblo, en el colegio, en cualquier lugar sería ella, su niña preciosa. Elsa comenzó la transición y los niños de su escuela lo comprendieron desde el primer día. «Sin embargo, sigue siendo necesario recordar que tengo el derecho a ser llamada como yo me siento y que, cuatro años después, las equivocaciones son un poco raras. Como si alguien pudiera dudar de que yo soy una niña trans», dice.

Esto ocurre porque las leyes siempre van por detrás de la realidad, y todavía es complicado para estas personas el registrarse con su nombre elegido. Ocurre porque hay algunos desalmados que niegan la belleza de la diversidad.Elsa, gracias por dar la cara por todos. Mi admiración, preciosa.