Opinión
El Rey, idiotas y oídos sordos
Luis Garicano, eurodiputado de Ciudadanos, ha sintetizado en un tuit el mensaje navideño de Felipe VI: «Hemos logrado mucho y todo lo logrado es frágil. No seamos idiotas y lo tiremos todo por la borda». Garicano fue uno de los críticos con Albert Rivera en la fallida legislatura anterior, cuando PSOE y Cs sumaban juntos 180 diputados. Rivera, que aspiraba a liderar la derecha, no quería pactar con el PSOE. Garicano ha explicado que tampoco Sánchez nunca mostró interés y que, en tiempo de descuento, cuando Rivera accedió a plantear un acuerdo a los socialistas, la respuesta fue el silencio.
Ahora, Pedro Sánchez, en La Moncloa, que no es un mal sitio, se ha instalado en una especie de espera interminable, al albur de ERC. Oriol Junqueras, tras el fallo del Tribunal Superior de Justicia Europeo, está crecido. El líder «indepe», con Sánchez nervioso, impaciente y en capilla, juega fuerte. Reclama su libertad inmediata la anulación de la sentencia del «procés» y las condenas. Sabe que no logrará nada ahora, pero prepara el terreno. Sus objetivos inmediatos son contrarrestar a Puigdemont –que es a quien teme– y elevar el listón de exigencias para investir a Sánchez. Más adelante, sus abogados creen que ahora es posible que, aunque se retrase un año o más, el Tribunal de Estrasburgo tumbe el juicio y las condenas del «procés». Los jueces de Estrasburgo, siempre quisquillosos, podrán escudarse en la decisión de sus colegas del TJUE. Sería tremendo pero ya no es imposible.
Termina 2019 y la deuda externa bruta –Banco de España dixit– alcanza los 2,125 billones, que en neto se queda 981.000 millones. El problema es que Administraciones Públicas y bancos deben fuera de nuestras fronteras 696.000 y 438.000 millones respectivamente. Cualquier contratiempo internacional puede provocar un terremoto. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), que canta las verdades del barquero al Gobierno y CCAA, explica –no sin diplomacia– que sus recomendaciones, encaminadas a que cuadren las cuentas, con frecuencia no son escuchadas. Gobierno y CCAA, a menudo, parece que tengan oídos sordos. También ahí está la fragilidad sobre la que reflexionó el Rey y que destaca Garicano. Surgirán otras y habrá momentos complicados –por supuesto superables– para la monarquía en una legislatura que depende del republicano –ahora crecido– Junqueras y del no menos republicano Iglesias, ahora muy callado. Sin embargo, nada está escrito. No seamos idiotas y no tiremos por la borda lo logrado, como dijo el Rey.
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