Opinión
Francesc Macià
Francesc Macià regresó a Barcelona el 22 de febrero de 1931. Huido de la justicia española desde 1923, retornó triunfalmente en loor de multitudes. Pocos días después fundó su partido, Esquerra Republicana de Catalunya, y el 19 de marzo ganaba las elecciones municipales. El 14 de abril de 1931 proclamó la República catalana, dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas, y se convirtió en un mito bajo el pseudónimo de «l´Avi». Su fama, éxito y victoria se lo debía en exclusiva a la incapacidad propagandística del Estado español.
Francesc Macià fue el presidente de la Generalitat catalana entre 1932 y 1933 y falleció como un santo el día de Navidad de 1933. Personaje carismático, supo construirse un relato de padre fundador, hombre bueno y valiente, patriota y decidido, prudente y al mismo tiempo aguerrido. Un personaje contradictorio, que pasó del españolismo más radical al separatismo insurreccional para presentarse al final de su existencia como un ser de luz, equilibrado y libertador.
Maciá fue un militar de carrera, con todo lo que ello significaba de valores, actitudes y compromiso con el Ejército de España y alcanzó el rango de teniente-coronel destacando por sus profundas convicciones monárquicas. Pero un hecho marcó su vida cuando en noviembre de 1905 el semanario satírico «Cu-cut» publicó una caricatura que el Ejército consideró ofensiva. En respuesta, el día 25, oficiales del ejército destruyeron la imprenta y la redacción, así como la del diario «La Veu de Catalunya», portavoz del catalanismo, y se dictó la suspensión de garantías constitucionales y la Ley de Jurisdicciones, con la que se pretendía que toda ofensa al ejército fuera juzgada en consejo de guerra. Decidió abandonar el ejército como protesta y fundó la «Solidaritat Catalana» al servicio de los carlistas con los que obtuvo un escaño en 1907.
Casado con una rica heredera de derechas, Eugenia Lamarca, consiguió aprobar dos proyectos relevantes: el ferrocarril de la Noguera Pallaresa y el Canal de Aragón y Cataluña, gracias a la amistad familiar con el rey Alfonso XIII. Viajó y se radicalizó. Conoció la revolución soviética y en 1919 fundó la Federación Democrática Nacionalista, con el objetivo de crear una República Catalana. En julio de 1922 fundó el Estat Catalá de carácter paramilitar. Después del golpe de estado de 1923 se exilió, primero a Perpinyà y en 1927 a Bruselas. En 1926 lideró la tentativa golpista de Prats de Molló, lo que provocó su éxito internacional gracias al juicio en París de 1927 y durante semanas puso la causa independentista en las portadas de los principales rotativos del mundo. El manifiesto de Macià se parece mucho a algunos de los textos independentistas que hemos leído en los últimos tiempos: «Queremos liberar a nuestra patria catalana de la dominación española que pesa sobre ella desde 1714».
La historia se repite encarnada en dos personajes que se odian. Puigdemont y Junqueras. Patriotismo, cárcel, exilio, Bruselas, Perpinyà, golpes de estado, manifiestos. Aquello acabó en 1936 con una guerra civil. No lo olvidemos.
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