Opinión

Luz/tinieblas

En estos días del año en que la luz del día comienza a ganar minutos a las tinieblas de la noche uno no puede menos de esperar y desear que más allá de la meteorológica esta realidad se realice en otros campos de la realidad. Por ejemplo, es deseable que las guerras y los conflictos que actualmente devastan tantos países cedan el paso a treguas, armisticios, alto el fuego y paz. No es una utopía inalcanzable aunque a muchos les parezca muy difícil e incluso imposible.

En su mensaje «urbi et orbi» del día de Navidad el Papa Francisco parece alinearse al lado de los que aún no renuncian a la esperanza. «Sí –dijo– hay tinieblas en los conflictos económicos, geopolíticos y ecológicos pero más grandes es la luz de Cristo».

Las tinieblas bélicas en efecto oscurecen una buena parte del planeta y Bergoglio enumeró algunas de ellas: la decenal guerra siria, las tensiones sociales en Irak, las crisis humanitarias en la República Democrática del Congo y en algunos países africanos como Burkina Faso o Yemen, las escaramuzas en Ucrania; a ellas podríamos añadir la guerra civil en Libia y los enfrentamientos en Pakistán o el sur de Filipinas.

Pero por encima de todo al Papa le preocupa la injusticia que obliga a los emigrantes que buscan una vida más digna a «atravesar mares y desiertos transformados en cementerios y a sufrir abusos increíbles, esclavitudes y torturas». Es una ignominia a la que el mundo parece querer resistir alzando «muros de indiferencia». Una espesa tiniebla que oculta la luz que debería resplandecer en cualquier corazón verdaderamente humano.