Opinión
Epifanía
«L’Epifania tutte le feste si porta via» dice un viejo refrán italiano reflejando la dura realidad de que el 6 de enero clausura el período natalicio y se acaban las fiestas. En Italia la jornada de hoy la preside un personaje ancestral conocido como la Befana (evidente transformación popular de la palabra epifanía) una simpática brujilla encargada de distribuir los regalos a los niños y a los no tan niños. La española tradición de la cabalgata de los Reyes Magos es sustituida al menos en Roma por un desfile que esta mañana recorrerá el trayecto que separa el Castel Sant’ Angelo de la Plaza de San Pedro. Melchor, Gaspar y Baltasar lo recorrerán a lomos de sus caballos mientras la vieja señora utilizará suntuosos modelos de automóviles antiguos o apoyará sus huesos sobre una modesta escoba más apropiada a su mágica condición que le permite volar sobre los tejados de la ciudad. A propósito de los «monarcas» antes citados recuerdo que nuestro profesor de Sagrada Escritura en la Universidad Comillas, el jesuita José Alonso, iniciaba una de sus clases con esta tajante afirmación: «Los tres reyes magos ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos». No hacía más que reflejar la verdad histórica transformada siglos después por piadosas leyendas y folclóricas interpretaciones. Basta leer el evangelio de Mateo para constatar que el evangelista ni habla de tres ni cita sus nombres ni indica que fuera reyes; por fin sería más apropiado dar a la palabra «mago» el significado de hombres de ciencia o astrólogos. Se limita a decir que provenían de Oriente, siguiendo el rastro de una estrella y que ofrecieron al Divino Infante oro, incienso y mirra.
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