Opinión

¿Lecciones de la Historia?

¿Es posible extraer alguna lección de la Historia que pueda servirnos de guía a los seres humanos? ¿Será cierto que la Historia no es sino una sucesión caótica y repetitiva de acontecimientos, como sugirió Hegel y recordó Marx en su famosa caracterización de tal encadenamiento como tragedia y farsa? «No hay nada nuevo bajo el sol», dice el Eclesiastés para desesperación de quienes, animados por una voluntad de visionarios, quieren reinventar el futuro apartándolo del presente.

Claro que la Historia, cuando se quiere adivinar algo más allá de lo inmediato, se muestra también muchas veces enigmática, arcana y elusiva, incluso para aquellos que creen poseer sus claves eludiendo la elemental lógica de que el futuro es incognoscible por la sencilla razón de que aún no ha tenido lugar. El 20 de Diciembre de 1924, «The New York Times», el prestigioso periódico norteamericano siempre atento a la calidad de sus fuentes de información, tituló: «Hitler domado por la prisión». Se trataba de una crónica cuyo relato dejaba constancia de la excarcelación de Adolf Hitler tras los trece meses de prisión que hubo de soportar después del «Putsch» de Múnich. Allí se decía que al «semidiós de los extremistas reaccionarios» se le veía «como un hombre más triste y más sabio» que cuando fue confinado en la prisión de Landsberg; y se afirmaba que, tras el encierro, «él, al igual que su organización política, ya no era algo que temer», de manera que «se cree que se retirará a la vida privada». Craso error, esta predicción, como sabemos, pues la Historia le tenía reservado su papel más infame, aunque no irrepetible, como dictador belicista y genocida asesino de masas.

Realmente no sé si se puede obtener alguna lección de la Historia y, menos aún, si ella nos puede inspirar para valorar acertadamente nuestra actual situación. Sin embargo, en estos momentos, en España, después de que el doctor Sánchez haya sido investido con el variopinto concurso de un multiforme elenco de diputados renegados de la socialdemocracia, comunistas, regionalistas y secesionistas, albaceas del terrorismo incluidos, me inclino a pensar que cualquier cosa cabe esperar en los días y meses venideros. Tal vez sea lo mejor, como anhelan quienes apelan al progresismo, ese concepto que ha acabado siendo tan hueco y vaciado como la España interior y rural; aunque, tentado por mi desconfianza hacia los que, añorando la perfección, buscan apasionadamente la emancipación de la humanidad, barrunto que será lo peor porque los españoles son siempre más que los demás y, como observó el antropólogo Julian Pitt-Rivers, «si aman, aman más, si odian, igual, y saben esconder su odio mejor que nadie».