Opinión

Ruido y furia

Hay una contaminación de la que no se habla apenas y que, sin embargo, produce casi 17.000 muertes en Europa. El ruido provoca una variedad de enfermedades que, sumadas a otros males de nuestro modo de vida, hacen que esta sea mucho más frágil y desolada. Enfermedades cardiovasculares, sordera, hipertensión, deterioro cognitivo, trastornos del sueño… Algunas investigaciones también señalan que ciertos problemas del embarazo, obesidad y diabetes están asociados a un ruido excesivo. ¿Y saben cuántos sufrimos el ruido excesivo? ¡Casi la mitad de los europeos durante el día. Y alrededor de un tercio por la noche! Una verdadera locura que no afrontamos. Una locura que acarrea furia, demostrado está. Y que hace insoportable la existencia de muchos ciudadanos. No hay conciencia. Las máquinas, las industrias, los coches… son los contaminantes acústicos más poderosos. Pero, queridos, las voces humanas no se quedan atrás en esta sinrazón. Porque cuando, después de un día duro de trabajo se necesita tomar una caña en algún bar para charlar con los amigos y relajarte un rato, ¿qué ocurre? Que la caña será, pero la charla no; a no ser que compitas en ferocidad y desgaste con las voces vecinas. Ni siquiera en las terrazas hay el mínimo sosiego. El griterío de los indiferentes es de tal calibre que las personas sensibles tienen que huir espantadas. ¿Sería tan caro hacer campañas a favor del silencio? Anuncios en la televisión, carteles, sensores de decibelios, camisetas con «baje el tono, por favor» para los pobres camareros. Hay que concienciar a la gente de que lo público no se puede contaminar por ignorancia privada. Ignorancia que produce furia, que produce más ruido. Otra epidemia.