Opinión

Cura, yanqui y liberal

Robert Sirico (Nueva York, 1950), que acaba de pasar por Madrid con menos repercusión de la que merecería –le ha ocurrido algo similar a Paul Krugman– lo tiene todo para ser demonizado y escarnecido por la izquierda más y menos radical y también por los ultras de la derecha iliberal. Sirico es cura porque, como sacerdote católico, está al frente de una parroquia en Grand Rapids (Michigan). Quizá convenga recordar a los más ignaros que «cura» es «el sacerdote encargado de una parroquía». Es yanqui de nacimiento, aunque de ascendencia italiana y familia pobre y con una infancia y adolescencia intensas en Brooklin, compartidas con judíos, chinos y polacos. Por, último el cura Sirico, tras una juventud, en los años 70, en la que abrazó con entusiasmo el izquierdismo, es desde hace tiempo un liberal convencido que, por supuesto, ejerce.

Sirico ha presentado en Madrid la última versión –en castellano– de su libro «En defensa del libre mercado», aparecido en 2012, que incluye un epílogo en el que aborda la figura del Papa Francisco y de sus opiniones económicas. Sirico, además, es presidente del «think tank» Instituto Acton –nombre adoptado en homenaje al político católico británico Lord Acton–, cuyo objetivo es analizar los vínculos entre religión, libertad y economía.

«En defensa del libre mercado» es un alegato, ameno y didáctico, que sostiene que la doctrina y las prácticas católicas no solo son compatibles con el libre mercado y el liberalismo, sino que son complementarias. Demuestra que no puede haber libertad sin un mercado libre, explica que para ayudar a los pobres la mejor receta es «emprender un negocio» y aboga por «la caridad inteligente» como la mejor solución para muchos problemas sociales frente a un «Estado del bienestar» al que acusa de «perpetuar la pobreza material». Sirico, no obstante, descarta que los mercados lo sean todo: «los mercados explican –escribe– la oferta y la demanda, pero no explican toda la verdad del ser humano» y sobre la riqueza, recuerda a San Agustín cuando decía que el rico Epulón no fue al Infierno por rico, sino por orgulloso, mientras que el pobre Lázaro no se salvó por pobre sino por humilde. Por último, el cura Sirico apunta que el Papa Francisco no entiende bien los mecanismos de la economía. «El Papa debe leer más de economía», sugiere. Cura, yanqui y liberal.