Opinión

Mare Nostrum

Así llamaron los antiguos romanos al mar que bañaba sus costas. Hoy a esas mismas aguas se asoman tres continentes: Asia, África y Europa y a través de ellas se intercambian intensos contactos comerciales, culturales, étnicos . Pero, por desgracia, el Mediterráneo es también escenario de trágicos acontecimientos y enfrentamientos bélicos que se llevan por delante miles de vidas humanas.

Durante tres días se han reunido en la ciudad de Bari varias decenas de Obispos católicos procedentes de 20 países y el domingo les ha acompañado el Papa Francisco en una visita de cinco horas. Suficientes para mantener con ellos un encuentro en la Basílica de San Nicolás de Bari y para celebrar una Eucaristía en el centro de la ciudad.

El tema del encuentro ha sido «Mediterráneo, frontera de paz». En él han participado además del Presidente de la Conferencia Episcopal italiana cardenal Bassetti, el cardenal bosníaco Puljic, el arzobispo de Argel, el Patriarca Latino de Jerusalén, el maltés Monseñor Scicluna y el cardenal Hollorich que preside la Comisión de los episcopados de la UE.

Una de sus primeras conclusiones ha sido que «si se quiere la paz, hay que acabar con los armamentos». El Patriarca copto Ibrahim I Sedrak ha sido muy tajante: «Las armas crean víctimas, crean problemas. Son las base de todos los males. Tenemos que protegernos del miedo porque el miedo crea sospechas y odio que están en el origen de todas las guerras y de todo lo que nos separa».

Ideas que lógicamente fueron la base del apasionado discurso de Bergoglio que además volvió a repetir su llamamiento para que el Mediterráneo no sea un «cementerio» sino un mar que une a países deseosos de vivir la fraternidad entre pueblos y religiones diversas porque todos somos hijos de un mismo Dios.